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MEMORIAS DEL FUTURO DE HONDURAS, UN ESTUDIO SOBRE LA IDENTIDAD TERRITORIAL

. Introducciòn (Documento de Identidad Territorial en Honduras, es un trabajo elaborado por el Das. Renato Lechuga Garcia, Gestor Territorial de la Escuela de Planificacion Organica Evolutiva y de La Empresa Consultora La Ceiba, en el proceso de construccion de Plan Nacional de Ordenamiento Territorial de Honduras)

El proceso de elaboración del “Diagnostico Integral Multidimensional” (DIM) como primera fase del Plan Nacional de Ordenamiento Territorial (PLANOT), no solo propone el estudio de la dimensión clásica que cualquier otro tipo de “diagnostico”, sin no que plantea estudiar y además busca obtener esa tercera dimensión que un territorio posee (ya sea este local, municipal, departamental, regional y nacional). La multidimensionalidad se logra al estudiar no solo los Capitales Económicos, Biofísicos, sino además agregar y evaluar los Capitales Cognitivo, Social, Cultura, Histórico, Psicosocial, de Cohesión entre otros. La inclusión de la evaluación social y psicosocial en el DIM – PLANOT es de prioridad no exclusiva y debe considerarse como los cimientos del éxito del ordenamiento, desarrollo y gestión territorial. El pensar omitir los proceso de colecta de información primaria, sociabilización, consulta, análisis, retroalimentación con los actores territoriales de las diferentes regiones del país, puede convertirse en la principal debilidad y limitante del futuro Plan Nacional de Ordenamiento Territorial (PLANOT), convirtiéndolo en un documento “soso”, sin incidencia social y sobre todo sin la interacción necesaria para influir positivamente en los procesos de planificación y gestión territorial en los niveles regionales, departamentales, municipales y locales[1]. El PLANOT, debe verse como un Proyecto Histórico Nacional y no como una mercancía económica, política, social o de beneficio personal, obligándonos desde ya a despojarnos del egoísmo personal y trabajar por el beneficio del país. El Mapeo de Actores Claves –MAC- como parte del proceso de la elaboración del DIM, actualmente solo ha cubierto once de los dieciocho departamentos con que cuenta el país, los resultados presentados en este informe son el inicio de la consulta, tabulación, análisis y retroalimentación de enriquecimiento de este proceso del MAC, ya que con todas sus limitantes durante su desarrollo se ha obviado el Multisector Económico y es acá donde se debe retroalimentar para beneficio del PLANOT y el país.

El presente documento busca presentar un primer acercamiento sobre el “Analisis y Construcciòn de la Identidad Territorial en Honduras”, si no conocemos en forma apropiada el nivel, grado y percepcion de la pertenencia de los habitantes hondureños sobre su propia identidad, como individuo, colectividad y principalmente naciòn. Al ver el pasado y evaluar la evoluciòn de la planificacion, ordenamiento y gestiòn del territorio, nos encontramos con un Sindrome reconocido denominado “Sisifo”, que se caracteriza por el sinnumero de repeticiones de acciones, procesos y metodos que supuestamente permitiran resolver la problematicas de nuestros territorios (pais, departamento, mancomunidad, municipal y comunitaria) que al final es un gasto de recursos financieros y un desgaste del prestigio de la planificaciòn territorial, es obvio que se ha prostituido los sitemas de planificacion. Uno de los principales elementos de los capitales intangibles que ha sido obviado, olvidado y no comprendido, con el proposito de evitar el “Sindrome Sisifo” es la pertenencia de un individuo o colectividad con su territorio, denominado como “Identidad Territorial”, el presente documento desarrollado por el Ing. Renato Lechuga Garcia y revizado conceptualmente por el Arq. Luis Manuel Maier y el D.Sc. Marvin Melgar Ceballos, producto del ejercicio de Mapeo de Actores Claves (MAC) elaborado en el proceso de elaboracion del Diagnostico Integral Multidimensional (DIM), realiza un profundo analisis sobre la situacion actual y futura de la identidad territorial en Honduras, como “la opciòn” promotora del desarrollo y gestiòn territorial.
2. Objetivos

2.2 Objerivo General

· Elaboración del Diagnostico Integral Multidimensional (DIM) del Plan Nacional de Ordenamiento Territorial (PLANOT), estableciendo las etapas del proceso, los modelos, métodos e instrumentos a utilizar, con el fin de obtener información que genere elementos de análisis y diagnósticos dentro de un proceso dinámico de participación ciudadana, como elemento integral de la elaboración del DIM – PLANOT.

2.2 Objetivos Específicos

· Proponer los modelos, métodos e instrumentos de colecta, captura, procesamiento, análisis, diagnostico y presentación de resultados, que permitan integrar en forma coherente, lógica y sobre todo pragmática la información social y psicosocial, que reúna la siguiente información básica a ser incluida en el DIM – PLANOT: 1) Mapeo Actores Claves; 2) Análisis de Participación y Cohesión Social; 3) Evaluación Psicosocial e Identidad Territorial; 4) Evaluación de Síndromes Psicosociales; 5) Evaluación de empoderamiento y pertenecía regional; 6) Sistematización de experiencias exitosas de relación social con su territorio; 7) Base de datos física y digital de actores claves y estratégicos; y 8) Sistema de Información Geográfico –SIG- de interrelación social y su territorio.[2]









3. Identidad nacional

Honduras cuenta con una población pluriétnica, pluricultural y multilingüe que lo hace característico como el resto de países centroamericanos, donde comparten el territorio un total de nueve etnias, siendo de éstas siete indígenas y las restantes de origen africano. Esta variedad y riqueza étnica y cultural, nos hace estar atentos en la búsqueda y análisis de nuestra identidad, porque en primer lugar es lo único que nos incluye en un grupo social, ya que la identidad es inclusiva, es decir nosotros si no tenemos una identidad nacional no podemos tener una idea de nación, una idea centroamericana y continental.

El término identidad nacional es empleado para abarcar distintos aspectos de la relación de un individuo hacia su nación y se utiliza para describir la actitud subjetiva positiva de un individuo hacia su propia nación. Específicamente, el término puede ser usado para abarcar la intensidad y el tipo de relación de un individuo hacia su nación[3].

La identidad nacional se puede definir como la condición individual de adquisición e internalización de patrones de categorías referentes a la nación durante el proceso de identificación. De este modo, la identidad nacional varía según el grado en que el individuo internalizó o quiere internalizar la “cultura” de los distintos grupos de la nación[4].

La multidimensionalidad del concepto de identidad nacional puede ser caracterizada de diferentes formas y encuentra la referencia a las dimensiones de identificación nacional, patriotismo, nacionalismo y ciudadanía[5].

En primer lugar, referente a la identificación nacional llamaremos a la misma como el grado de intensidad de sentimientos hacia la nación propia midiendo así la intensidad de la cercanía al país. Respecto a las características principales del nacionalismo pueden destacarse la idealización de la nación y de su historia, el énfasis en la afiliación nacional dentro del concepto de uno mismo, la aceptación acrítica de todo lo nacional y la tendencia a definir al grupo propio según criterios de descendencia, raza o afiliación cultural.

Por otra parte, el patriotismo lo definiremos como una combinación de “amor al país” y apego a sus valores nacionales basados en un entendimiento crítico. Como muestran las características de ambos términos, patriotismo y nacionalismo son conceptos distintos pero comparten la actitud positiva hacia la nación. Finalmente, el sentimiento de amenaza causada por los inmigrantes, políticas hacia los inmigrantes y refugiados, y el criterio para ser considerado un verdadero ciudadano.

La identidad nacional la identificaremos en dos dimensiones, una dimensión objetiva, basada en el concepto de identidad étnica, y una dimensión voluntarista vinculada a la noción de identidad cívica. Esto se deriva del hecho de que existen por historia dos modelos generales de nación, un modelo cívico-territorial y otro étnico-genealógico. El modelo cívico asume un sentido de comunidad política, incluyendo instituciones comunes y un único cuerpo de derechos y obligaciones. A su vez, este modelo asume un territorio geográfico claramente delimitado en el cual viven todos los miembros de la nación. El modelo étnico-genealógico, se refiere a elementos lingüísticos y culturales. Según varios autores, la identidad nacional de los países de América latina en nuestros tiempos, no se compone exclusivamente por uno de los modelos mencionados, sino que ambos tienen participación en la misma[6].

Todo ello nos lleva a hondureños u hondureñas, hacernos muchas veces los siguientes cuestionamientos:

¿Existe Identidad Nacional en Honduras?, ¿Existe en la población hondureña una conciencia colectiva única asumida por todos y todas, y constituida por los mismos valores morales, costumbres, formas de pensar y de actuar, intereses y aspiraciones de futuro como país?, ¿Compartimos concientemente un mismo proyecto económico, político, social y cultural de dimensión nacional y de beneficio para todos y todas bajo un marco de Cohesión Social?

Dentro de este contexto, responder a estas interrogantes no es un problema sencillo que se agota con un sí o un no, aunque no existe un estudio nacional técnico, científico o académico que nos brinde esta respuesta, esto nos lleva a analizar el proceso histórico del país, permitiéndonos de esta forma identificar las vicisitudes que ha vivido la conciencia colectiva, identificar los elementos, describirlos, explicarlos dentro de un contexto social de los mismos.Todo ello requiere de una investigación histórica que explique en términos causales-consecuenciales el estado actual de nuestra conciencia colectiva hondureña. La identidad siempre estará en argumento, la identidad no es un participo pasivo, la identidad es un gerundio, se está haciendo permanentemente, renovando. Está en cuestión en la medida que hoy en día, nuestra identidad cultural se puede ver fuertemente amenazada por el proceso de globalización, ya que esta puede funcionar como una verdadera aplanadora de identidades ya que genera gustos nuevos, tiene discursos políticos diferentes, apetencias de mercado, modifica valores culturales, estéticos, nuestra idea del mundo que nos rodea.

En este proceso de análisis, podemos citar cuatro posibles factores que limitan nuestra Identidad Nacional. Siendo estos[7]:

1. Inexistencia de un Proyecto Nacional bajo un enfoque de Cohesión Social que involucre todos y cada uno de los sectores Político, Económico, Social, Cultural y Ambiental, que se identifique con los hondureños y hondureñas y, en cuya realización se encuentre comprometida toda la sociedad.
2. La condición colonial y neo-colonial en que se ha desarrollado hasta hoy en día las políticas de desarrollo y bienestar social en Honduras, no ha permitido el surgimiento y desarrollo de una clase social hegemónica, comprometida con los intereses nacionales y con su propio proyecto histórico nacional. La falta de este proyecto histórico está determinada principalmente por la ausencia de esta clase dirigente nacional.
3. La ausencia de un Plan y Visión Nacional que vele por los intereses, valores y la realidad de la sociedad hondureña, ha limitado al país a implementar las políticas internacionales que no cumplen con los intereses locales.
4. La tendencia en que se ha desarrollado el capitalismo dependiente hondureño cierra la posibilidad futura del aparecimiento de una Sociedad Económica, Social y Política comprometida con los intereses propios de la nación y diferenciados de los intereses y políticas económicas neoliberales que han sitiado el proceso de desarrollo económico, social, cultural y ambiental, fuera de la realidad y necesidad del país hondureño.

Tal vez, la mejor y más paradójica de las formas de plantear el problema de la identidad nacional de Honduras y de la integración en la sociedad política que participan en la creación de una “homogeneidad de país”, sea dar comienzo a nuestros pensamientos desde su imagen desconcertada o múltiple: hondureño pareciera identificar o reagrupar rasgos de aquellos que “forman parte” pero que son por sí mismos inidentificables entre sí: “Honduras vive en una incertidumbre de identidad, de denominación. Distintos sectores se identifican con distintas imágenes culturales…pues la identidad está asociada a una iconografía que expresa los conflictos coloniales y las estructuras sociales y de poder”. Esto nos hace urgente estudiar y analizar nuestra historia, para encontrar en ella la situación actual del país, el proceso evolutivo de desarrollo que ha tenido el territorio, el proceso evolutivo de las luchas pasadas de la sociedad y redescubrir el legado de los olvidados héroes nacionales.

En el país, el Plan Nacional de Ordenamiento Territorial debe ser visto y tomado como la plataforma para la creación del necesitado y urgido Proyecto Histórico Nacional que involucre los intereses consensuados de los distintos sectores, ya que esta ausencia de planificación de desarrollo integral en bienestar social hacia su población que son el alma el recurso más preciado de todo estado independiente, respeto a nuestra multietnicidad, producción, entre otros; ha hecho padecer a Honduras en lograr tener unidad de identificación nacional y con un compromiso social nacional. Estas condiciones, los elementos generadores de Identidad Local, Regional y Nacional entre la población son débiles, estando dispersos nos hace vulnerables y se debilitan más en la medida en que se profundiza el proceso de violación a la soberanía nacional y no se vea y valore dentro de un contexto de macro de país a la nación, olvidando que nación es cada grupo étnico y los individuos que le componen, luchan y se esfuerzan de manera dispersa por sacar adelante al país, sin ningún enfoque de cohesión.

3.1 Buscando nuestra identidad territorial

Buscar la Identidad Cultural, Territorial y Nacional en Honduras puede volverse un paradigma y ha sido un problema para nosotros poder obtener nuestra propia y verdadera identidad nacional, ya que históricamente hemos vivido múltiples identidades impuestas, siendo una de las primeras dadas por las Reformas Borbónicas realizadas a finales del siglo XVIII que dieron la connotación de ver e identificar a Honduras como una provincia con Identidad Minera y Ganadera[8], en tiempos coloniales Guatemala y El Salvador, veían al territorio hondureño como una prolongación marginal, bastante rural, se decía que era “la de los tristes destinos” o “la cenicienta de Centroamérica”[9], del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, Honduras se convirtió en un país agrícola bajo el estigma de la Plantación Bananera[10] y más recientemente de haraganes[11].

Esta distinción, esta doble maniobra en torno a la identidad hacen de la razón la integración de un punto problemático pues ésta aparece oscura y confusa cuando no sale a la luz el “lugar” desde cual se proyecta o se llama a la integración de ideas que se percibieron, se perciben y se percibirán. Para pensar la integración será necesario en un primer momento determinar el sello, la marca que ha recaído sobre las personas singulares, como si dijésemos que estos han sido ya significados “antes de que ellos mismos aparezcan en su singularidad y diferencia, y esto se entiende en la exhibición de los nombres que ha recibido tanto el habitante de estas tierras como el territorio que lo acoge.

La Identidad está enmarcada en un tiempo y en un espacio que definen un particular ambiente humano, confiriéndole su carácter y definiendo sus peculiaridades propias en función de un sistema de valores según su horizonte cultural. Esta existe cuando es asumida conscientemente y es reconocida por otros. No sólo tiene raíces arqueológicas, antropológicas persistentes, sino que es una construcción comunitaria cotidiana y continua, es un proyecto a futuro.

Saber cómo nos llamamos. Desde que, a comienzos del siglo XIX, el nombre de América deja de tener un sentido general para pasar a designar sólo a los Estados Unidos, los que vivimos al sur del Río Bravo nos encontramos en busca de nuestros papeles de identidad[12]. Esto como producto del proceso histórico en que ha estado inmersa la población de América latina y los procesos unilaterales de desarrollo en que han basado los líderes nacionales el despegue económico y social del país, sin la participación de la población que se encuentra aislada y necesitada de ser protagonista de los distintos procesos que se han dado a causa de un egoísmo e inmadurez nacional de estos líderes, negando por historia el bienestar común del propio territorio hasta desarrollar las actuales regiones que componen al país de una forma desarticulada e incoherente con la realidad. No se pretende caer en retóricas mal gastadas de politiquería, pero no se puede negar la historia que se ha desarrollado en nuestra Honduras y la distención y perdida del amor patrio de su población como consecuencia de la marginalidad étnica, cultural, social, política, económica y productiva que hemos vivido por historia.

No debe olvidarse que para el surgimiento de la Identidad Nacional es necesario el compartir condiciones generales de vida: Estar ligados por un pasado común, habitar un mismo territorio, estar subordinados a la autoridad de un mismo estado y, sobre todo compartir similares condiciones socio-económicas de existencia.

Aunque suene antagónico y como ejemplo de las disimilitudes que vive el país y que limitan el surgimiento de esa Identidad, deben crearse los procesos y condiciones para llevar a un punto intermedio de Cohesión Social y Competitividad Territorial a la gran urbe de San Pedro Sula (Cortés) y al municipio de San Francisco de Opalaca (Intibucá). Es urgente crear esas condiciones para mejorar la vida de estos hondureños que habitan en distinto punto geográfico del territorio y que buscan el desarrollo común de existencia como todo ser humano. Dentro de este contexto, podemos buscar los principios de la Identidad Nacional en Honduras en los siguientes aspectos, que denotan historia y actualidad de esa evolución política, productiva, cultural y económica en la sociedad[13].

3.2 Las Memorias del Futuro de Honduras

“Las memorias del Futuro de Honduras”. Este título al principio parecerá absurdo y un tanto deprimente a nuestra percepción personal; pero cuando se analice su contenido, nos daremos cuenta que el futuro siempre tiene memorias ya que él se construye sobre el pasado. Ese pasado es ineludible; que sucederá en el futuro es determinado hasta cierto punto por lo que ha sucedido en el pasado. Por lo tanto exploremos por un momento el pasado hondureño, especialmente los acontecimientos históricos Políticos, Económicos y Sociales de finales del siglo XIX hasta alcanzar el nuevo milenio y encontrar reflejo de ello. Dichos acontecimientos estuvieron cargados de significaciones porque puso las bases para entender el futuro que estamos tratando de inventar, de una manera simple Ignacio Ellacuría diría “Hay que volver a buscar las raíces, unas raíces que hay que redescubrir porque siguen hundidas y vivas en la tierra nutricia de nuestros pueblos y son las que posibilitaran futuros inéditos, que no pueden ni siquiera soñarse porque tienen aun que brotar”.

Así, es obvio que la vida (y el destino de nuestro país) sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, aunque deba ser vivida, mirando hacia delante, como dice el teólogo danés Kierkegard. Por lo tanto, no es intención de buscar solamente las razones históricas que han motivado algunos datos, sino que además, con la experiencia del pasado, llamar la atención y promover la búsqueda del camino propio, como un medio de desarrollo y progreso, sobre la base de nuestra propia identidad. Se entiende, eso sí, que la historia no se puede separar en compartimentos separados, ya que unos hechos desencadenan otros. Sin embargo y con una fuerte intención antojadiza de mi parte, trataré de aislar algunos nombres históricos, generados en distintas épocas y tratarlos en forma separada.

3.2.1 Honduras dos caras en una misma moneda[14]

Honduras desde el siglo XIX vivió la primera palabra alentadora y mágica “Progreso”, la segunda palabra mágica en 1950 era “Desarrollo”. Los teóricos del desarrollo tenían el proceso, incluso, cuantificado. La situación económica de cada país era medida por el índice de su renta per cápita. La relación de un país con el desarrollo se estimaba según predominara en el mismo alguno de los tres sectores de la economía. Los países más avanzados ya habían superado el sector industrial, que era el de segundo nivel, y prevalecía en ellos el sector terciario que era el de los servicios. Los países centroamericanos como Honduras se mantenía en cambio en el sector primario del proceso económico, que era el agrícola, pero sin lugar a dudas, al ponerse en situación de despegue estaría entrando al sector secundario o industrial.

La receta, en la postguerra, para alcanzar la ansiada meta del desarrollo, era que si un país se mantenía en la senda democrática y capitalista, podía añadir a su favor los beneficios de la cooperación nacional. Una increíble y masiva ayuda importada por el plan Marshall de los Estados Unidos había promocionado el milagro Europeo, la reconstrucción y vuelta al primer protagonismo económico de países como Alemania, derrotado y destruido, puesto nuevamente en pie en cosa de diez años. Las Naciones unidas, conclave universal para guardar la paz, también determino promover el desarrollo y el bienestar de los pueblos. Los Estados Unidos de América, principal potencia mundial de postguerra, también mostro interés en promover el avance económico a través de su agencia de ayuda externa, AID. Surgieron además, con fondos y políticas inicialmente proveídos de los Estados Unidos, los organismos internacionales de crédito, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo. La ayuda financiera estaba pues a la mano para que los países necesitados de ella, la tomaran y la aprovecharan.

Se descubrió que el camino hacia el progreso y hacia el desarrollo no era unilateral y de tintes positivos. Cierto es que hay quienes escudan estas molestias relaciones teorizando sobre “El verdadero” Liberalismo o “La Verdadera” modernización, pero lo que se impone en la historia no son las teorías sino los hechos y estuvo en la lógica de estos el que la reforma liberal conllevara regímenes dictatoriales y que el proceso de modernización capitalista, ocurrido en los países del tercer mundo, en la segunda mitad del siglo XX, fuera acompañando por un proceso de subdesarrollo capitalista, como dos caras de una misma moneda.

Dos notorios fantasmas nublaron pronto, las perspectivas desarrollistas. El primero en hacer visible su ominosa presencia fue “El estallido demográfico”. El territorio del Istmo Centroamericano pasó de 8 millones en 1950 a 36 millones en el año 2000 y en ese lapso, Honduras aumento de 1.380,000 personas a 6.485,000.

En Honduras durante los últimos 50 años, las ciudades no crecieron como ciudades industriales según el viejo modelo de desarrollo industrial capitalista que tendría supuestamente, que haberse seguido. Un circulo interrumpido de empobrecimiento en el campo, expulsión de excedente humano hacia la ciudad, baja oferta de empleo citadino, proliferación de suburbios en condiciones totalmente inhumanas ha venido acompañando y acompaña este proceso los barrios marginales, sin ninguno de los atractivos que la gran ciudad ofrece o tal vez ofrecidos en contextos imposibles. Durante este periodo se complico las ansias por obtener bienestar y fue la Guerra Fría, la pugna entre su respectivo modelo de la sociedad y economía: capitalismo o comunismo. Más inquietante fue evidenciar, después de 1980, la ruptura con el supuesto modelo desarrollista, cuya receta era la de encaminarse a la industrialización. El capitalismo entero parece hoy en día querer pedir perdón por sus desafueros contra-natura de los últimos siglos y aunque las naciones industrializadas siguen siendo las que más contaminan, quieren mitigar los efectos nocivos con el procedimiento de desestimular en aquellos países que aun no habían dado el salto a la industrialización a que digan esta vía, pero dejándolos hasta el momento, sin ninguna vía por seguir.

3.2.2 Honduras y el dinero oculto

Desde 1950 hasta hoy en día, la época del capitalismo transnacional y corporativo. Se dice a veces, incorrectamente, que las transnacionales entraron a Honduras con la llegada de las bananeras, a principios del siglo XX. Las bananeras no eran transnacionales en ese entonces, fueron transnacionalizadas en la década de los setentas, cuando fueron adquiridas por otras corporaciones más poderosas. Fueron fusionadas a estas, sin que esta nueva casa matriz, como ocurrió cuando la Cuyamel paso a ser parte de la United, se dedicada al negocio del banano.


La absorción de la vieja United Fruit Company por la United Brands, entre 1973 y 1975, sucedió en medio de eventos dramáticos: desavenencias de los funcionarios tropicales con los ejecutivos de USA, un escandaloso soborno a miembros connotados del gobierno hondureño, el suicidio de un alto representante de la firma, en New York, que se lanzo al vacío desde la ventana de un rascacielos. Los ejecutivos de la corporación encontraron que los ejecutivos de la United aun tenían la mentalidad de capataces de una plantación neocolonial.

Este periodo caracterizado porque las grandes empresas abrían, simultáneamente, sucursales en varios países capitalistas, ponían su casa matriz no en atención a su posible nacionalidad sino en el lugar que les ofreciera mejores ventajas fiscales y se financiaban con capital accionario de diversas fuentes, de forma tal que su nacionalidad de origen se diluyo. No eran propiamente norteamericanas, alemanas o japonesas, no estaban situadas en un solo lugar, de allí su apelativo de transnacionales.

La gestión centralizada y de planificación tenía el objetivo de producir el desarrollo económico y el bienestar popular. Era un modelo capitalista keynesiano, nacido luego de la recesión del 29, en el que sin menoscabar la propiedad privada cavia un Estado inventor en materias económicas. Pero este keynesiano modelo precisaba de gigantescos del desarrollo, como para obras de infraestructura, industrialización, educación y salud. Generosas vías de financiamiento externo se pusieron a la orden de países como Honduras que carecía de suficiente producción o de suficientes recursos propios instalados para responder al modelo. Honduras, en 1952, luego de 25 años de cumplidas y disciplinadas cotizaciones, a partir del gobierno de don Miguel Paz Barahona, había terminado de pagar su mal afamada deuda, producto del escándalo del ferrocarril de 1866. Era de nuevo un país solvente. A continuación y para financiar su moderno desarrollo se embarco en una creciente espiral de concertación y aceptación de préstamos internacionales, de progresivo refinanciamiento de los mismos y contratación de otras aun más costosas. Dicho modelo keynesiano fue abandonado en las últimas décadas del siglo y aunque fue factor para importantes realizaciones, no consiguió el bienestar y el desarrollo y dejo, a cambio, una inconmensurable deuda externa para nuestra patria.

Al concepto de subdesarrollo, los analistas sumaron el de dependencia. La guerra fría produjo que Estados Unidos apretara las clavijas en torno a Centro América para defender su Canal de Panamá. Se acrecentó, hacia la potencial del Norte, la dependencia política y militar, se incremento la dependencia económica, especialmente por la vía de los préstamos binacionales y la injerencia de la AID en los programas hondureños de desarrollo. La dependencia frente al capital transnacional se volvió incontrolable ya que los grandes consorcios operan por encima de las realidades nacionales, sin tomar en cuenta sus particulares intereses y mientras sus inversiones les produzcan dividendos lo mismo les da si provienen de Uganda, Ecuador, Honduras. Al elusivo capital transnacional y al manejo opaco de las finanzas nacionales impuesto por los prestamistas externos para cobrar sus deudas, cabe añadir la plaga del dinero oculto que proviene de actividades delincuenciales y que ha ido ganando terreno, con perfecta impunidad.

3.2.3 Principio de la Marginalidad Social

Honduras que en el primer medio siglo, del siglo XX, la población hondureña pasó de trescientos cincuenta mil habitantes a un millón; creció por tres. En el segundo medio siglo ha crecido seis veces y ha pasado de un millón a más de seis millones. Es una población que en un cincuenta por ciento aun no llega a los veinte años y que se está concentrando, desordenadamente, en las ciudades. La masificación y la juventud de los usuarios recargan el peso sobre los servicios de educación y salud, en los que, a pesar de ingentes esfuerzos por cubrir la demanda, siempre se sigue con rezago. Los esfuerzos en vivienda quedan aun más rezagados.

La pobreza en la sociedad tradicional era inclusiva, tenía su sitio dentro del tejido. Era lo que imperaba hasta 1949, cuando en la ocupación territorial solo existían pueblos, algunos pequeños, otros grandes como la misma capital, Tegucigalpa, que no llegaba a los cien mil habitantes. Allí, los pobres eran la clientela satélite de los acomodados, sus ahijados, su servidumbre. Ricos y pobres cada cual estaba en su sitio, usualmente con la bendición de la iglesia.

Cuando Honduras entra al proceso de la modernización, acompañada por el subdesarrollo, la pobreza se volvió marginal, los pobres quedan excluidos de la trama. Ya nadie los quiere, ni para hacer caridad con ellos. Se hacen esfuerzos por incorporarlos, qué duda cabe, la buena voluntad abunda, pero como un hongo la marginalidad prolifera. Esto ataca las fibras de la cohesión social, produce dos mundos segregados que se contemplan y no se aceptan, según sea el tener o el no tener. Esta marginalidad masiva interviene negativamente en la gobernabilidad y tiende a deslegitimar al Estado, tanto a ojos de los poderosos, que concluyen que el Estado es impotente como de los desvalidos, que concluyen que el Estado es malvado. Se quiebra el sentido de identidad nacional que se había formado porque dentro del barullo de la masificación y la marginalidad aquel código ideal de símbolos y héroes se difumina. Con nostalgia se apela al viejo orden y al viejo espíritu cívico. Pero la insolidaridad social, fruto de la pobreza que se sufre y otros se empeñan en desconocer, dificulta la re-elaboración de unos sentimientos y conceptos patrios, que difícilmente resurgirán mientras no se cubran las necesidades vitales de las mayorías, dejadas por fuera.

3.2.4 Los hechos recientes de Honduras

Honduras vive su primera borrascosa primavera de 1949 a 1963. Pronto se evidencio que el estilo de gobierno de Juan Manuel Gálvez era opuesto al de la recién pasada dictadura.
Regresaron los exiliados y se respeto la libertad de prensa, respeto que, salvo en muy coyunturales ocasiones, se ha mantenido siempre en el país. Se aprovecharon los ahorros dejados por el Gobierno de Carias para fundar el Banco Central de Honduras y el Banco Nacional de Fomento, pilares de la política desarrollista. Se concluyo el pago, iniciado en los años veinte, en el Gobierno de Paz Barahona, de la vieja deuda con Inglaterra y el país mostro una cara solvente. Se recogió la moneda extranjera, sobre las denominaciones del dólar en papel y en metálico, y el lempira adquirió circulación nacional.

Hubo mejoría en los términos del intercambio internacional, entraron divisas frescas y la producción hondureña de café fue en aumento hasta colocarse, a la vuelta de algunos años, en el primer lugar, desplazando al banano. Con la ventaja de encontrarse el café en manos nacionales y de no estar concentrada la producción en una oligarquía, existiendo productores de café de todos los rangos.

El Partido Liberal retorno al Poder en 1957. Bajo la Presidencia de Villeda la democratización en Honduras tuvo un perfil social y no solo económico: primer Condigo del Trabajo, Fundación del Instituto Hondureño de Seguridad Social, Primera Ley de Reforma Agraria.

Villeda fue el político más actualizado de esos tiempos. Y busco nuevas rutas conceptuales para superar el liberalismo positivista. No definió su simpatía, aunque en sus preferencias mencionaba a la democracia cristiana (que aun no se había organizado en Honduras) o a la social democracia y estableció lazos de amistad política con el movimiento latinoamericano denominado “Izquierda Democrática”, democracia y desarrollo en libertad y con justicia social parecía ser la senda que se estaba abriendo.

Pero fue un tiempo primaveral con borrascas. 1954 fue un año tempestuoso. El Gobierno de Honduras presto su territorio para que una operación de la CIA y la United Fruit Company conjuntara exiliados guatemaltecos para invadir el vecino país y lograra derrocar el Gobierno de Jacobo Arbenz.

La gran huelga en los campos bananeros, en mayo de 1954, fue como una tormenta eléctrica que galvanizo la conciencia nacional. 30 mil campesinos se mantuvieron en paro más de cuarenta días, desafiando a las poderosas fruteras y consiguiendo doblegar su rechazo a reconocer la organización de la clase trabajadora. Sorprendió comprobar cómo, sin previa preparación sindical y orillados a reunirse en la clandestinidad, los trabajadores demostraron tener solida capacidad de lucha y madurez política para la negociación. Sorprendió, así mismo, la enorme solidaridad con los huelguistas demostrada por el pueblo hondureño. Surgió así el movimiento sindical, de 1954 en adelante, y las reivindicaciones elementales de los obreros (Derecho a huelga, a poder constituirse en sindicatos, jornada de ocho horas, reconocimiento de horas extras y de vacaciones) se fueron incorporando en las leyes laborales que fue decretando el gobierno de Don Julio Lozano hasta culminar en el Código del Trabajo, emitido en 1959 por el Gobierno de Villeda Morales. La huelga del 54 abrió, en Honduras, las puertas a otros procesos democratizadores y del movimiento sindical hondureño llego a afirmarse que era el más potente en Centro América.

Caracterizado por su eficiencia administrativa, Lozano Días gobernó en 1955 y 1956. Nueva borrasca cuando pretendió imponerse en el mando sin otro apoyo más que el de un reducido circuito de allegados. El ejercito lo derroco el 21 de octubre de 1956. La Junta Militar de Gobierno, surgida del golpe, prometió devolver el país a la Constitucionalidad en el término de un año, promesa que cumplió. La Asamblea Nacional Constituyente, fruto de las elecciones de 1957, promulgo una nueva Constitución de la República y en elecciones de segundo grado designo a Villeda Morales como Presidente. Quince días antes de las votaciones para elegir su sucesor, Villeda fue sustituido violentamente por el mismo ejército que había facilitado el proceso de su llegada al Poder.
EL golpe militar ocurrido el 03 de octubre de 1963 contra el Gobierno de Villeda fue sangriento. Y le puso fin a unos aires primaverales que, no sin objetiva razón, habían venido circulando por Honduras durante quince años.

3.2.5 Nuevas fuerzas en acción

La bonanza económica de los años cincuenta, con el consabido aumento presupuestario. Los fondos públicos en 1949 eran de 24 millones de lempiras, para 1954, durante la primera gestión posterior a la dictadura, se habían elevado a 60 millones. Se crearon nuevos Ministerios (Los de Salud y de Agricultura, el de Trabajo y Previsión Social surgido como consecuencia de la huelga bananera), en consonancia con las tareas más amplias que asumía el sector publico. Se descentralizaron funciones y surgieron entidades autónomas para los servicios de energía eléctrica (ENEE, 1957) agua y alcantarillado (SANAA, 1961), y, más adelante, telecomunicaciones (HONDUTEL, 1976). Surgieron el Instituto Nacional de la Vivienda, el Instituto Nacional Agrario, el Instituto Hondureño del Seguro Social, el Instituto Hondureño de Antropología e Historia, la Junta Nacional de Bienestar Social y entes fiscalizadores del Estado como la Contraloría General de la República las Agencias Estatales, sobre todo, las de promoción del desarrollo agrícola (en especial el Banco Nacional de Fomento) se hicieron presentes en todo el país; las autoridades municipales (Alcalde), o departamentales (Gobernadores políticos), vieron reducido su nivel de acción.

EL Gobierno del señor Julio Lozano concedió el voto a la mujer. En la legislatura del periodo de Gálvez se aprobó la autonomía para la Universidad Nacional, cuya ratificación quedo pendiente. La Constitución de 1957 incluyo la autonomía universitaria y la prerrogativa para la Universidad Nacional de dirigir la educación superior. Las organizaciones magisteriales quedaron constituidas, a partir de 1963, luego de luchas reivindicativas de los docentes, en las calles. Mediante la integración de sindicatos y de federaciones regionales, se constituyo la confederación de trabajadores de Honduras (CTH), influenciada, a dos aguas por el sindicalismo Norteamericano a través de la Organización Regional Interamericana (ORIT) pero con militares del partido comunista de Honduras, en cúpulas directivas. La CTH estimulo el surgimiento de la Asociación Nacional De Campesinos De Honduras (ANACH) de las organizaciones con influencia social-cristiana surgirían más adelante la Confederación General de Trabajadores (CGT) y la Unión Nacional de Campesinos (UNC).

Pero la institución más determinante, consolidada después de la postguerra fue el ejército. Para la sociedad hondureña, la carrera de las armas carecía de prestigio. Al producirse la ruptura constitucional de 1954, se recomendó a Lozano Días, gobernante de facto, que como manifestación de poder sacara elementos del primer batallón de infantería a las calles, advertido que tenía que contar con permiso de la Embajada de los Estados Unidos. Seria ese mismo ejercito en formación el que derrocaría a Lozano Días el 21 de octubre de 1956, con evidente beneplácito de todos los partidos políticos y del pueblo. La situación anómala originada por la pretensión continuista de Don Julio Lozano forzó el primer golpe militar. Durante el año de Gobierno de la junta, el Coronel Oswaldo López Arellano aunque no formaba parte de ella, se convirtió en el líder de la institución armada.

3.2.6 Segunda primavera congelada (1969)

Honduras inicia junto al resto de repúblicas centroamericanas la unión y comenzó a presidirse en un concreto proceso económico, bajo la forma de un Mercado Común Centroamericano. La presencia del Presidente John F. Kennedy, en San José de Costa Rica, junto a los mandatarios de la región, vinculo este proceso de alianza para el progreso, promovía en 1960 desde Washington un estimulo al desarrollo. En Guatemala se estableció La Secretaria de Integración Económica de Centroamérica (SIECA), en San Salvador, la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), filial de la OEA, en Costa Rica, el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA), Tegucigalpa fue la sede del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), responsable financiero de la moderna unión que, entre otros proyectos, diseño y facilito los fondos para la infraestructura de la red vial sobre la que habría de discurrir el comercio integrado. En los sesenta llego a Centroamérica el momento de la sustitución de importaciones y de la industrialización, pero para 1968 se hacían evidentes muchas incongruencias. En septiembre el gobierno de Honduras decreto estado de sitio para controlar una huelga conjunta de empresarios de San Pedro Sula en protesta contra un paquete de impuestos que supuestamente enderezaría la economía regional. Preocupaba el déficit en la balanza de pagos y los Ministerios de Economía de la región habían firmado el llamado Protocolo de San José que recomendaba gravar con un 30% los artículos provenientes de fuera del área centroamericana y con un 10 y 20% el consumo sobre artículos suntuarios. En la lógica del modelo de sustitución de importaciones, convenía para proteger la naciente industria local frente a la producción extranjera, si en realidad Centro América hubiera estado funcionando como una entidad nacional. Pero estas medidas de saneamiento regional podían, sin embargo, revertirse y confirmar a la población hondureña en la idea de que era el mismo proceso de integración el culpable del desbalance económico.

El tratado General de Integración Económica había sido firmado el 13 de diciembre de 1960 para una duración de veinte años. Aunque con apoyos gubernamentales en procura de un proceso equitativo para todos los países de la región, la integración descansaba en la acción de las empresas privadas, sobre todo, transnacionales. Guatemala y El Salvador, por su mayor población, capacidad gerencial de sus elites, disponibilidad de mano de obra y control político sobre la misma, resultaron los países más atractivos para los inversionistas foráneos.

Honduras, la nación más rural, con población más dispersa, con poca capacidad adquisitiva, débil mercado interno, incipiente experiencia gerencial de parte de los empresarios locales, que habían sido ahogados por el enclave y, además, con una activa presencia sindical resulto ser el país menos atractivo. Con la integración facilito el libre curso de mercaderías centroamericanas, perdía ingresos fiscales en sus aduanas y se convertía en comprador deficitario de los países vecinos a los que tenía menos cosas que vender. Y así, para 1969, Honduras le vendía al Mercomun un valor de 43 millones de lempiras y compraba de los otros países por un monto de 88 millones, acumulando un déficit de 45 millones de lempiras. Los proyectos para Honduras eran muy ambiciosos pero escasamente realistas: La Planta de Pulpa y Papel en Olancho, la Planta siderúrgica de Agalteca. De ellos, el único que se materializaría seria la represa hidroeléctrica de El Cajón, cuya construcción disparo el endeudamiento externo.

El 14 de julio de 1969, el Ejército de El Salvador invadió Honduras. El conflicto duro seis días y fue contenido luego de la intervención de la OEA y los Estados Unidos. Fue, en ese momento, el golpe de gracia para la integración. La integración ciertamente privilegiaba lo económico; pero era evidente que el proceso estaba creando un ambiente social y cultural de acercamiento y que los lazos académicos, artísticos y humanos, en toda la región, se estaban profundizando. Después del conflicto, se acentuó en Honduras una tendencia nacionalista, con un fuerte matiz de aislacionismo y en vista de que Estados Unidos y la OEA no declararon a El Salvador como un país agresor hizo fortuna la exclamación “estamos solos”. El conflicto interrumpió la comunicación física por la cintura del istmo y mantuvo por una docena de años la ruptura diplomática y comercial entre los dos países. Fue un duro revés para los pueblos de la región y para las aspiraciones de unidad y solidaridad en Centro América.

3.2.7 La tarea prioritaria (1972-1980)

En el año de 1973, el ahora General Oswaldo López Arellano sorprendió a propios y extraños al anunciar, en el discurso inaugural del Gobierno de las Fuerzas Armadas, que la tarea prioritaria a emprender seria la realización de la reforma agraria. ¿Era este el mismo militar que había derrocado al progresista Villeda, diez años atrás?

Menos de dos años después del golpe, en 1965, López Arellano había sido electo Presidente Constitucional. Para honrar su bandera de anticomunismo, los golpistas reprimieron no solo a líderes liberales sino también a las organizaciones populares y a personas sindicadas como izquierdistas. Se percibió el golpe del 63 como una violenta e injustificada interrupción del proceso democrático que se había venido gestando desde 1949. Luego se dio paso a elegir una Asamblea Nacional Constituyente que se integro con mayoría de nacionalistas, se promulgo una nueva constitución y al igual que Villeda, López Arellano arribo al Poder Presidencial mediante elecciones de segundo grado. Previamente, poco después del 03 de Octubre y poco después del asesinato del Presidente Kennedy en noviembre del 63, Estados Unidos había otorgado su reconocimiento diplomático a los golpistas, preciado trofeo para cualquier régimen de dudosa procedencia preocupados por sus interés estratégicos y la llamada seguridad continental, a Estados Unidos le importaba mas tener contentos y fortalecer a los ejércitos nacionales que proteger la democracia.

El gobierno civil de López Arellano fue un gobierno en el que el ejército se mantuvo en vigilante expectativa y la administración se entrego a los políticos nacionalistas. Las políticas desarrollistas persistieron y dieron un paso adelante con la aprobación del Plan de Desarrollo Económico y Social de Honduras 1965 – 1969 y la creación, con nivel ministerial, del Consejo Superior de Planificación Económica (CONSUPLANE), encargado de verificar y evaluar los proyectos del Estado y los entes autónomos, coordinar la distribución de la asistencia internacional y a sumir la planificación global de la economía. Se puso de moda el concepto de desarrollo de la comunidad y lo programas correspondientes los conducía el Ministros de la Presidencia, Ricardo Zúñiga. Con obras de alcantarillado, letrinas y otras de pequeña infraestructura se llegaba a los pueblos, con más propaganda que resultados efectivos. Se puso también de moda ir ejecutando proyectos estatales inspirados y hasta dirigidos por asesores o agencias internacionales, especialmente, la AID.

Periódicos de la capital exclamaron con júbilo que había arribado a Tegucigalpa la era de los rascacielos cuando, a mitad de siglo XX, se construyeron los primeros edificios de tres y cuatro plantas. Sin embargo, para 1970, los capitalinos únicamente podían salir por carretera pavimentada hacia la zona sur. De 1975 en adelante, el proceso se intensifico. La capital se expandió respondiendo a las directrices de un Metro-Plan que cambio su fisonomía. En el valle de Sula, surgió el gran San Pedro metropolitano, cuyos límites podrán extenderse hasta Choloma por el norte, Potrerillos, por el sur, el valle de Naco por el oeste y El Progreso por el este. Se construyo la carretera del norte y las vías desde Tegucigalpa a la frontera con Nicaragua pasando por Danlí y desde Tegucigalpa a Olancho, además de la carretera de occidente desde San Pedro a Ocotepeque para salir hacia Guatemala y El Salvador. Por primera vez podía hablarse de un país intercomunicado. Para 1968, la matricula de la Universidad Nacional apenas alcanzaba los tres mil estudiantes; en el año dos mil está llegando a los sesenta mil estudiantes y este crecimiento manifiesta la ampliación notable de la cobertura de todo el sistema educativo, en los últimos treinta años. En diciembre de 1972, López Arellano comando un segundo golpe de Estado este contra el gobierno presidido por el nacionalista Ramón Ernesto Cruz. La cúpula política de nacionalistas y liberales había aprovechado el sentimiento patriótico revitalizando después de la guerra con El Salvador para proponer, para las elecciones de 1971. El programa militar, contenido en un plan nacional de desarrollo y anticipado por López Arellano en su mensaje inaugural, satisfizo a las organizaciones populares , a los universitarios e intelectuales progresistas puesto que buscaba luchar contra la dependencia y el subdesarrollo, términos que se incorporaban con énfasis, a la estrategia del discurso oficial. Para rescatar y aprovechar adecuadamente la riqueza de los bosques de Honduras se creó la Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal (COHDEFOR). Se promulgo una Ley de salario mínimo y se creó un sistema de tiendas proveedoras del Estado, los BANASUPROS, para mantener bajos los precios de la canasta familiar.

Entre las nuevas fuerzas surgidas en este reciente periodo, el movimiento campesino hondureño había adquirido un lugar protagónico. Para los campesinos, más que para los militares, la reforma agraria era la tarea prioritaria. Y junto a los campesinos, militaban las organizaciones sociales promovidas por la iglesia católica. La iglesia había salido de largo letargo que se remontaba a la reforma liberal e invasiones de tierras se llevaban a cabo a lo largo y ancho del país.

Para contrarrestar la transnacionalización de las compañías fruteras, los países del área se propusieron desarrollar un sector nacional de producción bananera, con intervención directa del Estado o mixta entre el Estado y productores nacionales. Los países latinos y centro-americanos integraron la Unión de Países Exportadores de Banano (UPEB) y para 1974 decidieron, en bloque, cobrarle a las transnacionales un impuesto de un dólar por caja de banano exportada. Honduras, de improviso, retiro esa exigencia y la redujo a 25 centavos de dólar por caja, con lo cual se debilito la iniciativa. Luego se averiguaría que altos funcionarios del gobierno militar habían aceptado un jugoso soborno de la transnacional United Brands para proceder de esa forma. Aunque la investigación no llego hasta el fondo, este escándalo dio pie para que el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, titular del poder, destituyera a López Arellano y colocara en su lugar al General Alberto Melgar Castro, en abril de 1975.

Las organizaciones campesinas y cristianas aprovecharon la coyuntura para insistir, ante el nuevo Jefe de Estado, sobre la necesidad inmediata de profundizar la aplicación de la reforma agraria. Con este objetivo, miles de campesinos habrían de marchar. La marcha fue abortada en Olancho por militares y terratenientes. Y en una hacienda llamada Los Horcones fueron asesinados dos sacerdotes, una visitante colombiana y una estudiante universitaria. El gobierno pretendió ocultar el crimen y, entretanto, la represión se cebo sobre los sacerdotes y las monjas, en Olancho, sobre órganos de difusión y los institutos de capacitación de la Iglesia Católica, en todo el país.

Después de los Horcones, aunque los responsables del crimen fueron enjuiciados y encarcelados, prácticamente, el proceso de reforma agraria en las zonas de conflicto histórico entre el campesinado sin tierra y los latifundistas se paralizo. Los militares iniciaron un costoso proyecto de colonización y se abrió frontera agrícola del Bajo Aguan. Las organizaciones campesinas aceptaron el reto y sus cooperativas empezaron a producir en el Aguan, codo con codo, con las fincas que rentaban las transnacionales. Los militares terminaron por reprimir a las cooperativas campesinas del Aguan para constituirse en los principales beneficiarios de este nuevo polo de desarrollo agrícola. La Iglesia Católica quedo atemorizada ante las acusaciones formuladas por los terratenientes de cobijar a curas comunistas, que, en su mayoría, eran extranjeros. Las organizaciones sociales de la Iglesia no se repusieron del golpe recibido en 1975.


3.2.8 La Guerra Fría y efectos para el país

En el área centroamericana del dólar y del canal de Panamá, los efectos de la guerra fría fueron nocivos para la democracia, el desarrollo social y la lucha contra la pobreza. Estados Unidos supedito sus intereses estratégicos en Honduras y de la democratización de la región a su estilo. Armaron copiosamente a los ejércitos y en sus instalaciones de la Zona del Canal los adoctrinaron bajo inflexibles supuestos de un anticomunismo furioso. Exigir aumentos salariales, debatir sobre ideas políticas contemporáneas, organizar sindicatos, criticar las empresas transnacionales, asistir a congresos de intelectuales y artistas, todo cabía dentro del difuso cajón de las actividades subversivas.

El triunfo sandinista, en 1979, puso caliente la guerra fría en el istmo. Tanto así que muchos comunicadores sociales en Honduras llaman a la década de los 80, “la época de la guerra fría”. Los comandantes sandinistas, en el poder, se proclamaron marxistas aliados de Castro y del bloque soviético. El territorio hondureño se convirtió en santuario de los contrarrevolucionarios que, financiados y entrenados por USA, llevaron la guerra contra los sandinistas. Los acuerdos inmediatos a la postguerra entre Estados Unidos y Honduras para la defensa continental contra la amenaza extranjera, bastaron para justificar la construcción de una poderosa base militar, de soberanía hondureña pero totalmente operada por los norteamericanos, en Comayagua. Esta base denominada Palmerola fue centro de operaciones para apoyar el ataque de los rebeldes contra las guerrillas revolucionarias. Así USA y Honduras fueron, indistintamente, progobiernistas y antiguerrilleros.

La puesta en escena corrió a cargo del autoritario y fanático anti-comunista General Gustavo Álvarez Martínez, que conto con la anuencia y colaboración del gobierno liberal de Roberto Suazo Córdova. Las operaciones comenzaron con la intervención contra organizaciones populares, sobre todo las magisteriales y la neutralización de los sindicatos más beligerantes. La derecha tomo el poder de la Universidad Nacional al final con un espaldarazo de la Corte Suprema de Justicia. Luego, una fría y metódica selección de objetivos incluyo asesinatos políticas, secuestros, torturas y desapariciones en perjuicio de unos doscientos ciudadanos y ciudadanas de Honduras y de otros países.

Tomo todo una década, la de los ochenta, para que Centroamérica retornara a la paz. Con acuerdos políticos extrajudiciales y sendas amnistías concedidas por el Congreso, durante los Gobiernos de José Simón Azcona y Rafael Leonardo Callejas, se busco perdonar a los subversivos que habían sido partidarios de la lucha armada en Honduras y a los militares que había violado los derechos humanos y cometido crímenes amparados en la doctrina de seguridad nacional. Todavía en Honduras, se quiere mantener la falacia de que aquellos amargos episodios se originaron por una confrontación entre grupos e ideologías de izquierda y derecha. El comité para la defensa de los derechos humanos de Honduras, CODEH, su entonces presidente, le Dr. Ramón Custodio y otras organizaciones nacionales e internacionales no cesaron de acusar lo que aquello real y fundamentalmente fue, o sea, terrorismo de Estado y no una confrontación entre extremos, con un Estado en funciones de árbitro. Aun sigue por aclararse la mayoría de los crímenes y el destino de más de un centenar de desaparecidos.

3.2.9 Una ventana a la democracia (1982-2000)

La corporación Nacional de Inversiones (CONADI) represento un proyecto de los gobiernos militares para incentivar la inversión pública y privada, canalizando los recursos financieros provenientes del exterior. Al final de la década de los setenta, de la era militar el financiamiento externo fue generoso. Había dinero en un país caracterizado tradicionalmente por sus magros recursos financieros, a donde se decía que un rico en Honduras era un pobre en El Salvador. La CONADI represento el gran escándalo contemporáneo. Quebró, perdiéndose grandes fondos sociales pero sus gestores y gerentes, militares o civiles no perdieron con la operación. Sobre el escándalo, se tendió el velo de la impunidad, caracterizado por el derroche de fondos públicos como tapadera para la corrupción puesto que las finanzas particulares de muchos miembros de la jerarquía militar se acrecentaron. La deuda externa acumulada entre 1955 y 1979 había ascendido a 662.6 millones de dólares. En 1980 – 1981, periodo de transición de los gobiernos militares hacia el gobierno civil, se incremento a un límite intolerable, en un 48% en solo ese año, elevándose en 611 millones de dólares más, para un total de 1.273.5 millones de dólares.

Las fuerzas armadas conjuntaron empresas alrededor del Instituto de Previsión Militar. Los militares manejaban un Banco (el Banco de las Fuerzas Armadas) una fábrica de cemento, industria militar de uniformes y otros implementos una financiera, inversiones hoteleras y hospitalarias y en exclusiva y la comercialización de todo tipo de armas , las volátiles circunstancias centroamericanas entre 1980 y 1989 permitieron que con el apoyo de los Estados Unidos, el ejército de Honduras, ya fuera del poder, viviera una de sus etapas de mayor poder funcionarios civiles de los gobiernos Suazo Córdova y Azcona. Fue ya en la administración de Carlos Roberto Reina (1994 – 1998), cuando se evidencio que el predominio militar había dejado de interesar a los Estados Unidos. Una de las primeras medidas de esta gestión fue la de suprimir el servicio militar obligatorio. En la siguiente gestión del también liberal Carlos Flores Facusse, el ultimo gobierno del siglo se procedió a desmantelar el poderío militar al borrar de la constitución en cargo de Jefe de las Fuerzas Armadas y la autonomía del ejercito que paso a integrarse en un Ministerio de Defensa dependiente del ejecutivo.

Turbas enardecidas incendiaron el consulado de los Estados Unidos, en abril de 1987. Se había estado denunciada la presencia norteamericana en un país cuyo gobierno les había entregado complaciente a los yanquis, la dirección de sus asuntos internacionales. Se decía, por esta causa, que Honduras era una república alquilada. Pero no fue una reacción en defensa de una soberanía mancilladla o una alargada de izquierdistas lo que provoco el incendio del consulado, todo ello producto de una protesta por la expulsión del país de un capo de la droga. Su expulsión fue, en realidad un secuestro agentes anti-drogas norteamericanos dirigieron la operación y junto con agentes nacionales. El presidente de entonces, José Simón Azcona, con valentía confeso que si aquello había sido un secuestro, un acto ilícito, incluso una violación a la constitución de la república, con todo y eso, el volvería a dar su beneplácito para que se repitiera esa ilegalidad. En abril de 1987, se extermino ese tumor. Pero no fue, desde luego, el golpe final contra el narcotráfico, pero si es sabido que la función de Honduras como puente del narcotráfico, entre Suramérica y los Estados Unidos ha crecido y que ha ido en aumento, también se han multiplicado las operaciones de blanqueo de dinero, producto de este flagelo. La democracia hondureña entro con mal pie en los gobiernos de Suazo Córdova y Azcona del Hoyo, los organismos financieros internacionales comenzaron a recordarle a Honduras que ya habían concluido los alegres años de recibir a manos llenas y de gastar sin mucho tino y que si los prestamos no habían producido el desarrollo ni la felicidad de la población, eso no era culpa de los prestamistas. Había llegado, pues, la hora de pagar. Y para que los productores pudieran pagar sus deudas, los organismos internacionales de crédito les traían una receta, la llamaban el “ajustes” económico.
El Estado hondureño comenzó a desprenderse de empresas que había promocionado y administrado. Con la Ley de privatizaciones de 1985, el Estado de Honduras se fue desprendiendo de dos plantas cementeras, laboratorio farmacéutico, industria de transformación de la madera, de sus acciones en la línea aérea Tan Sahsa y en diversos complejos turísticos. Se privatizaron algunos servicios hospitalarios y se desmantelo, en el Ministerio de Obras Publicas, todo el complejo estatal destinado a la construcción de carreteras, para proceder a licitar las obras correspondientes entre postulantes privados. La tendencias en los entes autónomos ha sido de estimular la municipalización de los servicios de agua y permitir la competencia de empresas privadas para la generación de energía y para la telefonía celular; pero el intento de vender al menos la mitad mas uno de las acciones gubernamentales de HONDUTEL para proceder a su privatización, no se logro concretar y ya para el año 2000 se desistió de hacerlo debido a la débil respuesta presentada por los ofertantes extranjeros.

Sin embargo, los gobernantes, Suazo Córdova y sobre todo Azcona se resistían a formalizar un programa de ajuste. Quizás la medida más difícil de vender a la población, según los cálculos de los políticos, era la devaluación de la moneda. Durante el gobierno de Azcona la población entendió que la moneda nacional se devaluaba que su valor podría ser fluctuante. El Banco Central ingenio un procedimiento, el de los CETRAS (“Certificados transferibles de opción a divisas por exportación”). Fue el gobierno de Rafael Leonardo Callejas el que, pocos meses después de su ascenso aprobaría un programa de ajuste económico, la política monetaria a partir de entonces ha consistido en permitir un deslizamiento progresivo y nunca abrupto, que no ha evitado que a principios de los noventa el lempira estuviera situado en un relación 5 por 1 dólar y ha llegado, para el año 2009, a situarse en una relación de 19 lempiras por 1 dólar.

El programa de ajuste presuponía un acuerdo con reglas fijas para el manejo de la deuda, que implicaba el manejo mismo de la economía del país, impuesto por el acreedor al deudor. Si el país no firmaba los acuerdos, se le consideraba como no elegible para seguir participando de la ayuda externa. Y sin ayuda externa, se paralizaba el desarrollo y se trataba, de un lo toma o lo deja si quiere solventar el negocio de su deuda pendiente y si como país quiere seguir siento aceptado dentro del conclave de naciones era lógica la reticencia. Y también, porque las medidas de ajuste exigían de los gobiernos una disciplina fiscal y un rendimiento de cuentas y a eso no estaban acostumbrados. Fue irónico, porque al avenirse hacer auditados desde el exterior, la clase gobernante cobro conciencia de que le debían a su propio pueblo responsabilidad y mesura en los gastos, además de una comprobada transparencia.

La administración de Callejas, al aplicar el programa de ajuste, ofreció el mejor y peor de los ejemplos: Aplicar una disciplina fiscal del gobierno que reporto en los primeros tres años satisfactorios indicadores macro-económicos. Parecía que la administración pública en Honduras se estaba modernizando, tecnificando, liberándose de no pocos vicios. El último año de este gobierno se caracterizo por la indisciplina en la gestión, lo cual acrecentó el déficit fiscal, que ascendió a un inmanejable 11%. Dos instancias fundamentales se crearon en Honduras en el último año del gobierno de Callejas, el comisionado nacional de los derechos humanos y la fiscalía general del Estado. Cometido principal de la fiscalía, que entro en funciones en el siguiente gobierno, era luchar contra la corrupción. Entre 1982 y el año 2000 se han practicado cinco elecciones presidenciales. Cuatro han sido ganadas por el partido liberal y han llevado a la presidencia de la nación a Roberto Suazo Córdova (1982 – 1985), José Simón Azcona del Hoyo (1986 – 1989), Carlos Roberto Reina (1994 – 1997) y Carlos Flores Facusse (1998 – 2001). Una elección le ha correspondido al partido nacional y llevo a la presidencia a Rafael Leonardo Callejas (1990 – 1993). Se juzga que la democracia electoral ha echado raíces en Honduras.

La democracia electoral hondureña ha resultado cara, se le ha explicado a la población que el estado subsidia el costo de las elecciones internas para evitar una dirección con absoluta verticalidad de comités centrales controlados por una cúpula partidaria o por algún caudillo de turno. La democracia electoral hondureña está resultando agobiante, el periodo de gobierno es de cuatro años, los dos últimos son de plena campaña electoral, sea para las elecciones internas y luego para las generales, mientras que los dos primeros son de presentación y preparativos por parte de los futuros aspirantes de las cinco o seis corrientes que se perfilan dentro de cada partido. Para todo ello se hace uso de persistente y casi siempre mediocre propaganda. La población resiente que se viva así en permanente campaña política reiterativa, huérfana de ideas, folclórica y hasta peligrosa para la salud de la democracia.

3.2.10 Ingreso a un milenio y una sociedad en crisis

Honduras previo al ingreso al nuevo milenio fue afectado con la destrucción que desato el huracán Mitch, en octubre de 1998. Las pérdidas humanas entre muertos y desaparecidos, ascendieron a 20 mil personas. El costo material fue incalculable, solo en obras de infraestructura se perdieron setenta puentes y el monto total de la destrucción se estimo en unos 5 mil millones de dólares. Tegucigalpa sufrió el primer desastre natural impactante de su historia, que puede compararse a los provocados en otras capitales del istmo por los terremotos. Desde un fondo de desolación y perplejidad, la sociedad hondureña se ha visto en la obligación de recapacitar sobre sí misma y sobre su futuro. Se señala que el contexto del mundo contemporáneo es de crisis. Se han cuestionado los valores y conceptos de la modernidad y el nuevo orden mundial del capitalismo triunfador que se asienta sobre la cruel polarización entre países increíblemente ricos y países increíblemente pobres. Históricamente hablando, la crisis que vive la sociedad hondureña es la del tránsito desde la sociedad tradicional, de perfiles rurales, a la sociedad moderna de perfiles urbanos. Este tránsito, en relación con otros países latinoamericanos que ya lo estaban asimilando en 1950, le ha acontecido a Honduras, con retraso y se acelero en momentos en que el modelo capitalista de vida urbana paso a ser cuestionado como representación ideal de la calidad de la vida.

Por otro lado, Honduras es el país centroamericano con más casos reportados de SIDA y las ventajas de la vida urbana son diariamente erosionadas por la angustia que produce la temida presencia de las pandillas juveniles. Lo que se ha producido, en los más diversos ordenes es, entonces, un cambio de escenario. Se trata de un tránsito histórico reciente y esto puede inducir juicios precipitados puesto que los parámetros de la sociedad tradicional siguen siendo vigorosos en la memoria colectiva. Algunos nostálgicos, por ejemplo, alaban el orden y la seguridad ciudadana de los tiempos del General Carias. La comparación con la situación actual es improcedente porque se involucran realidades sociales distintas. No se trata de situaciones sociales del pasado que hubieran empeorado, sino de situaciones sociales diferentes, producto de un cambio como nunca antes se había producido en Honduras.

La sociedad tradicional era más solidaria. La sociedad moderna es más individualista. Los procesos de cambio no hacen borrón y cuenta nueva sobre lo que lo que antes existía; siempre hay valores tradicionales que se acomodan en lo que se moderniza; pero hay que considerar que la vida urbana moderna, aun la subdesarrollada, ha tenido el atractivo de lo que está surgiendo hacia el futuro.

3.3 Símbolos Indígenas en la Creación de la Identidad Nacional[15]

En el diario vivir de los hondureños es muy común ver una serie de Códigos Simbólicos, no completamente estructurados ni conscientemente asumidos, que forman parte de los contenidos diferenciadores de la identidad nacional cuyo origen puede buscarse en los diferentes grupos étnicos que existen en el país, debemos observar que en nuestras ciudades de Tegucigalpa, Santa Rosa de Copán, San Pedro Sula, Danlí, entre otras, a pesar de la sofisticada vida moderna pueden apreciarse usos lingüísticos y códigos culturales de origen amerindio, además en las comunidades indígenas “Maya-Chortíes, Tolupan, Tawankas, entre otras. Todavía encontramos vigentes diferentes idiomas y las estructuras socioculturales peculiares de sus habitantes indígenas. Como Ejemplos a esta afirmación pueden ser observados en las relaciones de amistad, parentesco, algunos valores, las prácticas alimentarias, en los intercambios no mercantiles con las deidades, con la naturaleza y con las personas, entre otras.

3.3.1 Símbolos indígenas usados como códigos de distinción temporal

Como es sabido, toda sociedad, toda cultura para asumirse y concebirse así misma y preservarse en el tiempo, se enfrenta a la necesidad de conocer o tener códigos referenciales sobre su pasado. Honduras precisamente en ese sentido a principios del siglo XX dirigentes políticos reivindican el pasado del heroico cacique indígena Lempira. Ante la fragilidad que tienen los códigos de referencia territorial, la no conciencia de las prácticas simbólicas cotidianas como aspectos definitorios y particularizantes, las contradicciones y luchas en la exaltación de los códigos identificados y referidos a la unidad nacional, se hizo urgente la utilización y promoción de códigos simbólicos referidos a la distinción temporal, a la permanencia de la sociedad hondureña en el tiempo, de allí la inducción del símbolo del indio heroico por su resistencia a la conquista española. Sin embargo, no fue hasta el año de 1,920 que por primera vez se utiliza al indio como referente del código simbólico temporal y años más tarde queda demarcado con la denominación de nuestra moneda como Lempira.

3.3.2 Códigos simbólicos referidos a la relación del grupo con la naturaleza

Debemos saber que la naturaleza no es una variable completamente independiente de lo humano ni un factor constante, es una realidad que el hombre más o menos transforma por sus diversas formas de operar sobre ella o de apropiarse de sus recursos; esta situación ayuda en la conformación de la identidad nacional hondureña y se han ideado algunos códigos simbólicos referidos a la relación de la sociedad con la naturaleza, entre ellos pueden citarse los bosques y minerales como recurso natural y la imagen mítica del indio en convivencia con su medio ambiente. Esta descontextualización de los indígenas (nada tiene que ver este indio agradable con la vivencia cotidiana de los indígenas tanto en sus lugares de origen como en las zonas urbanas) y demonización de una realidad histórica que ha sido utilizada tanto por intelectuales como por los medio de información masivos: prensa, televisión, políticos y artistas. Veamos los ejemplos: uno de los canales de televisión comerciales presenta, en los intervalos de la programación su identificación con las siguientes imágenes: el Lago de Yojoa, parque nacional de La Tigra, Ojojona, entre otros. Sobre esta serie imágenes se dice nos hace sentir “Orgullosamente catrachos”. “En este mensaje se asocia la unidad, el “origen natural”, la continuidad de la nación con espacios y personajes que son considerados como patrimonio y de mayor antigüedad: los indígenas y sus artesanías. Hay otros mensajes de esta naturaleza que presentan imágenes donde se pretende mostrar la diversidad en las tradiciones nativas y en ellas aparece el indígena (Lenca, Pech, Maya-Chortíe, entre otros) aquí se le inserta como parte de esa tradición, como el origen “común” y “natural” de todos los hondureños.

3.3.3 Códigos simbólicos cívicos y domésticos

Como hemos visto, hay aspectos de las identidades -códigos simbólicos- que son involuntarios, aprendidos por la fuerza de la presencia de ellos en la vida diaria, su objetivación es la que permite reconocerse concierta continuidad en el devenir del tiempo y otro que se tenga la oportunidad de observar en la cotidianidad de cualquier población hondureña. Estos códigos marcan la diferencia entre la rutina y lo extraordinario, por medio de ellos no es posible considerar las identidades colectivas como representativas de una referencia externa si no en la continuidad espacio-temporal de haceres y sentimientos presentes en la constitución de la comunidad. En estos códigos están inmersos los nexos de solidaridad y pertenencia a todas las prácticas institucionales, desde la familia, las fiestas de carnaval y patronales, hasta aquellos comportamientos, sentimientos, decires, toponimia, usos, hábitos alimentarios, técnicas corporales, etc. Si bien no existe intención de hacer un repertorio de este tipo de códigos se puede citar uno de esos usos tradicionales, sea por ejemplo la presencia del maíz en la dieta básica de todos los hondureños, aun cuando muchos de ellos no sepan ni su origen ni el porqué de su uso más común. Además de este tipo de códigos simbólicos primordiales, de origen amerindio, presentes de una manera no consciente en la invención de la identidad nacional hondureña, existen otros del mismo origen que pueden ser calificados como un desplazamiento de la tradición a la conciencia, una conciencia que fue apropiada por la elite criolla y mediatizada por la experiencia personal. Así por ejemplo, de las comunidades amerindias prehispánicas se han tomado: el significado de pueblos y ciudades tales como Comayagua, Siguatepeque, Intibucá, Choluteca, Ocotepeque, y otros.

3.3.4 Símbolos indígenas en la relación del sujeto colectivo con lo sagrado

Los sistemas socioculturales construidos en América Latina tuvieron y tienen una relación cerrada con el dominio de lo sagrado, sea que éste se entienda en un sentido restringido dios, las deidades, los espíritus. En ambos casos lo que interesa a la religión católica romana es que primordialmente los individuos se adhieran a un modo de vida colectivo y que les proporcione algunos medios de interpretación de sus roles, funciones y hasta de sus destinos. Esta relación se presenta como el eje dominante a partir del cual se han estructurado todas las otras relaciones, distinguiendo, por una parte, entre el valor trascendental de los valores eternos y los principios de razón o los mandamientos divinos; y por la otra, marcando la distinción entre los procesos históricos, las conveniencias sociales o las comunidades mundanas. De tal manera que, se enfatiza la fragilidad de las construcciones sociales frente la permanencia, estabilidad y unidad histórica de la identidad colectiva identidad nacional que trasciende las circunstancias particulares, así como su fundamentación en la representación del progreso lo que le da un acceso privilegiado a lo universal, a lo sagrado. En los códigos simbólicos de la identidad nacional que hacen referencia a este tipo de relación de los individuos con lo sagrado tomado por la religión Católica y finalmente los que han sido producción propia a partir de la etnogénesis hondureña, se puede apreciar la utilización de símbolos de origen amerindio y hablamos específicamente de la Virgen de Suyapa.

3.4 Buscando nuestra imagen hondureña

Honduras como país tiene cuatro abuelos genealógicos: indio, español, negro e inmigrante europeo. Sin embargo, a pesar de estos vínculos, hemos sufrido un distanciamiento fomentado por las leyendas oscuras hacia nuestras etnias que son la base de nuestra identidad cultural, esto nos aleja de la realidad de ver nuestro mestizaje y nos dista de ver que nacimos en una tierra para unir nuestras realidades y fomentar la cooperación. Debemos partir que la visión exterior que han tomado de nosotros nunca ha sido justa. Siempre hemos sido puestos como un país lleno de imágenes vulgares que han atentado generacionalmente con la estima social; es decir, que somos un país adolescente, con poca capacidad para gobernarse por sí mismo. Ya que en la actualidad el europeo y norteamericano nos da una característica general por ser parte de América latina y a la cual pertenecemos por historia y cultura, identificándola como: "dictadura", "fiesta", "revolución", "corrupción", "siesta" y ahora preguntémonos: "¿Harían negocios con clientes que tuvieran estas características que acaban de señalar?". Categóricamente que no. Ya que a lo largo de nuestra historia estos países desarrollados nos han mirado con una serie de prismas que no son nuestra realidad, sino son prismas de su cultura y de sus intereses.

Todas estas imágenes no son inocentes, llevan a una especie de visión del otro, y en este caso el otro somos nosotros, que tiene un efecto y una importancia enorme en las relaciones que tenemos con esos países, puesto que implica la confianza que pueden tener en nuestra eficacia, competencia y credibilidad[16]. Honduras como el resto de países del istmo siempre ha preferido a los intelectuales europeos frente a nuestros propios valores nacionales. Esto ha hecho que haya sido muy difícil constituir una tradición filosófica en nuestra patria. Recién ahora podemos reaccionar frente a esa visión y constituir discursos distintos que corresponden a lo que son nuestras personalidades, ya que se coincide con la idea de que hay cinco Honduras, una ligada a la ciudad de San Pedro Sula, otra vinculada a Tegucigalpa, otra vincula a Islas de la Bahía, una cuarta que vincula la zona occidental de Lencas y Mayas Chortíes Santa Rosa de Copán y una última con la cual no se buscan vínculos como lo es la zona de la Misquita. La idea fundamental es que tenemos que conseguir una imagen de Honduras con varios perfiles. Por lo que el país tiene un gran tema para este siglo XXI y es más cultural que económico.

Es necesario que todas sobrevivan pero que se integren en un proyecto. Las raíces de la identidad de Honduras están en el futuro y debe verse como una identidad mestiza. La identidad se construye a partir de un proyecto común, en el cual todos trabajamos y mantenemos nuestra identidad pero apuntando a luchar para que el hombre sea más libre, para que haya menos pobreza y para ser un mejor interlocutor de nuestros vecinos, sobre el mundo económico y político. Por último los nombres que se le ha dado a esta parte de América se han basado en la lengua, que es a fin de cuentas lo que nos une y ha dado identidad y es así como surge Capitanía General de Guatemala, América Central, Centroamérica y los nombres de los países que lo conformamos.

3.5 Multiples dimensiones de la identidad territorial

En Honduras, sus individuos como los grupos sociales tienen posibilidades de asumir diferentes identidades, como se ha planteado con anterioridad al hacer referencia al juego de identidades. Cada individuo o grupo prioriza una determinada dimensión de su identidad en determinados contextos. Por ejemplo una persona puede definirse sin conflictos por su género soy hombre o mujer, por una pertenencia étnica soy del pueblo Garífuna, soy del pueblo Pech, por una pertenencia nacional soy nicaragüense/a o venezolano/a, por su pertenencia de clase pertenezco al sector trabajador o la clase propietaria y de hecho los individuos no necesitan habitualmente estar refiriéndose a su identidad, a menos que la conflictividad social determine enfrentamientos de todo tipo entre una identidad dominante y una identidad a la que se quiere reprimir, o que encontrándose reprimida intenta colocarse en un plano de igualdad con respecto a otras[17].

Otra posibilidad de conflicto muy recurrente es cuando personas ponen en juego la misma dimensión de la identidad con dos referentes opuestos por ejemplo cuando se pretende asumir una doble identidad nacional, ya que ésta es excluyente por definición (no se puede ser hondureño y norteamericano al mismo tiempo), sin que esa contradicción sea socialmente señalada; se tiene una u otra identidad. Si bien el propósito del diagnóstico es analizar eso que se llama identidad nacional no podemos evitar las múltiples identidades antes mencionadas, que requieren aunque más no sea un trato conciso. Y eso es lo que se pretende. Bajo este contexto, tratamos otra serie de identidades que develaran parte de nuestra búsqueda y de nuestra razón de ser hondureños.

3.5.1 Identidad y La Educación Hondureña

Todo estado libre y soberano brinda educación que es un fundamento garante hacia su población y Honduras no es la excepción a este testado universal de derecho Humano, ya que el ser humano arriba al mundo sin una cultura, debe aprender una gran variedad de relaciones, desarrollar reflejos condicionados y hábitos para vivir, y adquirir ideales y valores, esto es, una imagen de lo bueno y de lo malo. Este es el proceso de socialización, que comprende la educación informal y formal. En lo que corresponde a la cultura nacional, mediante el sistema educativo se inculca los ideales nacionales y se consolidan los patrones y valores culturales comunes. De este modo, la educación sigue siendo el medio más importante de integración cultural, de la cual resultará la cultura, unidad e identidad nacionales. La formación del individuo mediante la educación formal es fundamental en una cultura que aspira a ser nacional porque puede promover la lealtad hacia el sistema político y los valores nacionales. “El objetivo de la educación institucionalizada es hacer de la generación futura ciudadanos que compartan el sistema que sostiene al Estado, meta que se plantean las diferentes naciones, con independencia del sistema económico-político que sustenten”.

Lamentablemente, hoy más que nunca en Honduras la asistencia hacia los niños y jóvenes a las instituciones educativas está condicionada por las clases sociales a las que pertenecen. Este mismo factor determina sus posibilidades de avanzar en los niveles educativos o de dejar inconclusa, como la mayoría de la población, su educación escolar. Como consecuencia, la educación se ha convertido en un medio de diferenciación cultural, que refuerza la desigualdad social, más que la integración nacional. Con el auge de la educación privada bilingüe en todos los niveles escolares, la cual por estar sujeta a la lógica del mercado fomenta la diferenciación social, las nuevas generaciones estarán cada vez más divididas en mundos distintos, distantes y separados entre sí, grupos de nuevas generaciones pensando en un mundo internacionalizado y globalizado a lo norteamericano y otro pensando en un Lempira como símbolo heroico nacional, sumado a ello el detrimento de la calidad académica que imparten los profesores en las aulas, debido básicamente por la pérdida de tiempo que ocasionan sus intereses puestos en huelga, sí, en definitiva estas generaciones tendrán muy poco, pero muy poco que compartir, con casi ningún elemento que los haga reconocerse miembros de una misma comunidad nacional llamada Honduras.

Por otra parte, la educación informal en la que estamos inmersos constantemente, sobre todo mediante los medios masivos que hoy constituyen la influencia principal sobre la cultura de las masas, contribuye muy poco a la difusión y refuerzo de actitudes y valores que promuevan una cultura nacional. Por el contrario, estos medios estimulan valores tradicionales disgregadores, o se constituyen en vehículo alienizante del imperialismo cultural.

¿Podrá convivir en paz y colaboración una sociedad tan profundamente fragmentada? ¿Si no se compartió un pasado, ni se participa en una sola realidad presente, podrá trabajarse en pos de un futuro común, de un solo proyecto nacional, capaz de integrar el esfuerzo de la mayoría de los hondureños? La respuesta en definitiva es nuestra y constante en el tiempo.

3.5.2 Identidad y La Academia

La academia en Honduras juega un papel de suma trascendencia dentro del proceso de la Identidad Nacional, aunque no debemos olvidar que durante los últimos veinte años se han fundado una serie de universidades privadas, las cuales son un producto del modelo neoliberal, que se esfuerzan en preparar profesionales para trabajar esencialmente en el mercado. Lo grave es que eso se está justificando en la medida en que se están desvalorizando muchos de los saberes tradicionales que forman al ciudadano hondureño, que crean conciencia crítica. Cada vez más disciplinas, como historia, sociología, filosofía, Antropología, arte, entre otras, parecen ser menos importantes, cada vez se reduce su presencia en los planes de estudio y se trata de orientar más la formación académica hacia aspectos técnicos. Hay que tener en cuenta que la formación universitaria es un pilar básico de la democracia y porque es la que enseña al individuo a vivir en sociedad, el pensamiento crítico lo forma en la duda y la democracia no es más que la política de la duda. Es la duda de que yo siempre tengo la razón y que el otro está equivocado. De eso se trata. Democracia y derechos humanos.

Dentro de este marco, la educación superior de nuestro país brinda una educación muy internacionalizada y que se impone a sus estudiantes en sus pemsas y no una educación universal que es la que engrandece sin destruir nuestros valores. La Universidad Nacional Autónoma de Honduras, esta terriblemente amenazada tanto por los intereses políticos y por las universidades privadas que se encargan de satanizarle. La educación superior no debe verse entre la torre de marfil y la torre del shopping. Es decir, la idea de que la universidad debería ser una torre aislada del mundo donde cada uno de los hondureños y hondureñas pueda elegir su sendero sin que toque para nada las realidades sociales, que es la idea de la torre de marfil y la del shopping que consiste en la idea de que la universidad debe servir exclusivamente al mercado. Recordemos que la universidad tiene una función principal que es en gran parte el compromiso social, participar en el desarrollo del país y a la vez formar profesionales de excelencia, porque tenemos un retardo social y porque implica para las universidades reconocer realidades que hasta ahora no habíamos reconocido, por ejemplo la entrada en escena a la vida política de los pueblos indígenas en el mundo andino[18]. Esto tiene la implicación necesaria de pensar en entidades académicas interculturales. Hay que crear un sentido y un espíritu de pertenencia, no para crear un profesional exclusivamente para el mercado, no para crear un profesional exclusivamente para la vida nacional sino crear un profesional social, que sea competente en su profesión pero que tenga el sentido social y sea un agente de cambio y desarrollo, ya que sus habilidades deben servir al país e identificarse con él.

No está de más recordar que desde 1920 a 1940 post revolución, la educación en México fue empleada como uno de los mecanismos por los cuales se difundió la tesis de un México mestizo; un logro importante de este fue darle a la UNAM su lema: “POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”, cosa que influiría en una visión nacionalista de la identidad nacional mexicana[19].

3.5.3 Identidad y Cultura

Debemos ver a la identidad y la cultura, que son constitutivas de los sujetos y/o grupos sociales; Ambos son conceptos que presentan la misma paradoja, ya que plantean la tensión entre lo universal y lo particular: podría decirse que existe una cultura y una identidad con mayúscula, es decir que ambas son atributos del género humano, y también existen culturas e identidades con minúsculas, es decir aquellas que hacen referencia a culturas e identidades particulares. "Esta coincidencia de categorías que, comprendidas como universales, sólo pueden ser aprehendidas bajo la forma de la particularidad, proviene del hecho de que la identidad es una forma de expresión de la cultura".[20]

Bajo este contexto, destacaremos que la identidad es la cultura internalizada, y como tal es fundamental en la reproducción cultural. Sin dejar de señalar la importancia de lo planteado anteriormente, es importante destacar que la reproducción cultural no sólo se alimenta de datos culturales asumidos concientemente, sino de aquellos otros que no lo son.[21]

Por tanto, si bien cultura e identidad se encuentran evidentemente vinculadas, ambos conceptos no pueden ser confundidos ya que no todos los rasgos culturales son asumidos concientemente y la identidad, para ser tal, necesita que un individuo/ grupo asuma de manera conciente, como distintivos, algunos rasgos culturales; o sea lo que las diferencia es el grado de conciencia que un individuo/ grupo tiene de su cultura, y su intención de que estos rasgos permanezcan como sus aspectos distintivos.
Dentro de este contexto, existen actualmente en Honduras existen nueve Pueblos Indígenas y Negros considerados culturas vivas, quienes hasta la fecha se resisten a desaparecer, conservando la mayoría de ellos su lengua y cosmovisión, ahora bastante sincrética con la cultura y religión cristiana. Vale señalar tres aspectos importantes para entender el origen cultural de estos pueblos vivos[22]:

1. El Actual territorio nacional fue conquistado por dos potencias coloniales europeas, Inglaterra y España; la primera ocupó los actuales departamentos de Islas de la Bahía y Gracias a Dios, y la última el resto del territorio nacional y por efecto directo de esta conquista fueron forzados a venir negros esclavos provenientes de África, de donde surgen los actuales Pueblos Negros de Habla Inglesa y Garífuna, a partir del siglo XVIII.
2. El actual territorio nacional fue frontera cultural de sociedades prehispánicas provenientes del Valle Central de México (Mesoamericanos), que ocuparon el noreste de la actual Honduras, caracterizados por poseer una organización social y política compuesta, domesticación de animales menores como el pavo, el perro, entre otros, conocimientos de la agricultura, especialmente de productos como el maíz, el fríjol, cucurbitáceas y yuca: lo que provocó que esta fueran sociedades sedentarias con una organización socio religiosa compleja.
3. Y por otro lado la región nororiental que fue ocupada por sociedades provenientes del sur del continente, denominados por los especialistas como “Área Intermedia”, “Bosque Tropical” y “No Mesoamericanos”, entre otros; caracterizados por ser sociedades nómadas ocupadas de actividades de caza, pesca y recolección de tubérculos, organizados en tribus relacionadas estrechamente con relaciones de parentesco.

Por ello, se identifican en Honduras pueblos con origen cultural Mesoamericano (Lenca, Maya-Chortí y Nahua), de origen cultural de Circuncaribe, No Mesoamericano o de Bosque Tropical a los pueblos (Tawahka, Pech, Tolupan) y Otras variaciones de mestizaje a efecto de la conquista y colonización a los Pueblos Miskitu y afrodescendientes (Garífuna y Negro de Habla Inglesa o Isleño).

Cada uno de estos nueve Pueblos posee su propia cosmovisión y lengua, misma que ha sobrevivido y que se hace necesario recalcar que a pesar que son hondureños de nacimiento y la actual legislación les reconoce y respeta bajo el contexto de la Constitución de la República, actualmente expresan inconscientemente poseer Identidad Cultural y se encuentran carentes y lejos de tener una identidad territorial, bajo este detalle debemos denotar que algunas de estas nueve culturas han sufrido marginación y discriminación racial por los distintos procesos de desarrollo que se han dado en el país durante los últimos años.

3.5.4 Identidad y Política

Por principios históricos debemos iniciar el encontrar el origen de esta cultura e identidad en los primeros dirigentes políticos hondureños que comenzaron a trabajar en este arte de gobernar a partir de 1,821, los primeros sentimientos nacionalistas que surgieron en el ámbito político fue producto de la idea de nación como configuración mental o como nación psicológica que existía casi exclusivamente en el seno de la intelectualidad criolla[23], este primer sentimiento de identidad nacional surge de la convicción que los americanos no eran españoles[24], del sentimiento localista nacido a principios del siglo XVIII como producto de la explotación económica que se vivía de Guatemala y de los primeros movimientos independistas en el interior de cada provincia, ya que hasta ese momento la lengua castellana como la iglesia católica no fueron influyentes del pensamiento político nacional.

Su ideal de gobierno al correr el siglo XVIII, estuvo influenciado por los pensamientos políticos provenientes de Inglaterra y Francia, un algo todavía en la vieja España y mucho cada vez más en los Estados Unidos. Los criollos gobernantes ilustrados pronto evidenciaron y lamentaron la distancia entre el ideal y la realidad circundante del país. Durante el periodo independiente del siglo XIX el nacionalismo hondureño tomo cuerpo en la defensa de la soberanía nacional, frente a los ingleses. Por otra parte, y desde tiempos coloniales, en Guatemala y El Salvador, se veía al territorio hondureño como una prolongación marginal, bastante rural, Ya en la reforma liberal (Don Ramón Rosa resintió esos juicios) se decía de Honduras que era “la de los tristes destinos” o “la cenicienta de Centroamérica”, no importó que Guatemala fuera de dictadura conservadora a dictadura liberal en un contexto de aguda discriminación y explotación del pueblo indígena, Guatemala seguía siendo “la capital”; luego, la administración se trasladó a la culta y democrática Costa Rica y en este caso los juicios no reportaron, por ejemplo, la contribución que al desarrollo costarricense estaba haciendo una más equitativa distribución de la riqueza; los juicios en Honduras fueron, por lo general, subjetivos “morales” y se concluía que a los costarricenses les iba mejor porque eran más honestos, mas trabajadores y hasta mas blancos. En lugar de considerar la realidad insipiente del país con sus difíciles circunstancias geográficas, su dispersa distribución demográfica o la falta de un mercado interno, se le juzgó comparativamente y en un espejo distorsionado con los lejanos paradigmas idealizados, y lógicamente el país reprobó el examen. Hubo más simpatía, mas optimismo en los cuadros sobre la Honduras que detallo el viajero norteamericano William V. Wells, que los propios juicios dados al país por sus guías. Esto hay que considerarlo pues la política tiene que ver con la visión o percepción que del país se hacen sus ciudadanos, y, entre ellos, sus dirigentes.

Honduras, vive luego de la reforma liberal y de la definición de un Estado laico, junto con la opinión del sector religioso que influyó en la consideración satanizada de la actividad política. Por otra parte, el Estado se perfiló en Honduras con la reforma liberal cuando la burguesía había dejado de ser revolucionaria en Europa. En Latinoamérica, las reformas liberales inspiradas en el positivismo europeo se inclinaron hacia el autoritarismo. Un lema común a todas ellas fue el de “Mas Administración, menos política”. Ramón Rosa opinaba que los países que dedicaban su mayor tiempo a la política eran los más infelices. A las fuerzas tradicionales que recomendaban “no meterse en política” y a las fuerzas gubernamentales que prescribían “menos política, más administración” vino a sumarse, desgraciadamente para Honduras, después de la reforma, la triste realidad de que política y guerras civiles conformaran una dupla maligna.

Sin embargo, en el siglo XX los Partidos Políticos Liberal y Nacional fueron los formadores de una cultura y conciencia política y de un sentimiento de nacionalidad. En un país desintegrado, ser liberal o nacionalista hermanaba en Ocotepeque, unificaba a esas personas con los que eran liberales o nacionalistas en el otro extremo del país como en Olancho. Sin tener contactos, unos y otros generaban identidad hondureña. Pero fueron, también los partidos, fuente de desunión y discordia. Las guerras civiles de los años veinte exorbitaron la intolerancia, el revanchismo vengativo; la dictadura del general Carias ahondo diferencias. Eran partidos de dimensión nacional y en esto adecuados entonces a una sociedad nacional predominante rural y no urbana.

A partir de 1944, la modernización política se abrió paso en Centroamérica. Juan José Arévalo, Presidente del gobierno de la revolución guatemalteca que derrocó a la última dictadura cafetalera-liberal, se definía como un socialista espiritual, no materialista. Por entonces, en el Gobierno de Rafael Ángel Calderón Guardia, en Costa Rica se decretaron y empezaron a ponerse en práctica legislaciones sociales y laborales. Luego de la revolución de 1948, el Partido Liberación Nacional de Costa Rica se definió social-demócrata y lograría obtener una interesante asesoría del Partido Social Demócrata de Alemania. En las décadas de los cincuenta y los sesenta, el partido político de más arrastre popular en El Salvador fue la Democracia Cristiana que logró ganar en más de una ocasión la alcaldía de la capital y otras ciudades importantes. Después de los conflictos de los años ochenta, las formaciones guerrilleras marxistas del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua y del salvadoreño Frente Farabundo Martí se han convertido en partidos políticos.

Honduras se quedó rezagada en esta modernización política, ya que la cultura política no se desarrollo para beneficio del país y para ello debemos entender que la cultura política, según Tocqueville dice que es “el sistema de creencias empíricas, símbolos expresivos, y valores, que definen la situación en la cual la acción política tiene lugar.” Estas creencias, sentimientos y valores influyen significativamente en el comportamiento político y son producto de la socialización experimentada sobre todo en la edad adulta. La cultura política comprende principalmente actitudes hacia la comunidad nacional (identidad nacional), el régimen (legitimidad) y las autoridades (legitimidad y efectividad); así como hacia la misma política (participación subjetiva, parroquial); hacia otros actores políticos (confianza, cooperación, hostilidad); y hacia las políticas gubernamentales (bienestar, seguridad y libertad). Dentro del contexto cultural de Honduras, la cultura política no puede más que expresar las tendencias a la exclusión, al autoritarismo y al centralismo que la hacen poco afín con la democracia.

De aquí se ha derivado, una escasa identidad nacional y débil legitimidad de las instituciones; que nuestra cultura no aliente la participación directa, plena, igualitaria y democrática; y que buena parte de los ciudadanos no se sienten capaces de influir en las leyes y políticas gubernamentales y sólo un poco en aquellas que directamente afectan su situación particular. Desconfianza e individualismo han sido sus respuestas, y aun el cinismo hacia la política que caracteriza a nuestra cultura. Asimismo, ha estimulado una baja estima de la eficacia personal en la acción política y un gran sentido de dependencia del gobierno para mejorar las condiciones de vida. En pocas palabras: nuestra cultura tampoco en este aspecto es propicia a la democracia. La tendencia al centralismo refuerza la exclusión y el autoritarismo, y provoca un afán de uniformar aunque sea formalmente un país caracterizado por su diversidad social, cultural y geográfica. Por eso, para algunos pensadores, como Octavio Paz, la democracia es esencialmente una cuestión de cultura, un estado de la mente, una actitud ante la vida, un comportamiento en relación con los demás.

Estar al día y ver el desarrollo en la política nacional no es una cuestión que responda a la moda del momento; implica estar a la altura de las circunstancias actuales, supone que los mensajes y el accionar político sean pertinentes a la realidad nacional y sus problemas. Alguien, con ironía, podrá decir que Honduras en materia política no está rezagada sino en la vanguardia. El milenio que ya dio inicio no requerirá de líderes carismáticos, sino de líderes que conozcan piel adentro a Honduras, sean honestos, eficientes administradores que, además sepan manejar las relaciones públicas. En esto culminaría las alabanzas al pragmatismo pedestre y con esto quedaría enterrada “la política”.

A los dos grandes partidos en Honduras, Liberal y Nacional, se les tacha de “tradicionales” de forma peyorativa porque se alude con eso no solo a su antigüedad sino también a que son entidades pasadas de moda. Pero muchos de los que se mofan de los partidos políticos en lugar de estar más avanzados en materia, podrían estar más retrasados. Siguen desenterrando la oposición a la existencia de un Estado moderno, una de cuyas categorías esenciales es la actividad política con la consiguiente actividad partidaria. Pero frente a una política mal conducida por unos partidos carentes de pertenencia, es decir, inactual, tanto como apatía o como condena del quehacer político, es un consejo sumamente peligroso. Hacia esa apoliticidad y para ver cuánto ganan con ella, están apostando congregaciones religiosas protestantes y católicas, ciertos empresarios, numerosas transnacionales y las mafias del narcotráfico que radican en el país y operan libre y soberanamente.

3.5.5 La Identidad Productiva

Las Reformas Borbónicas realizadas a finales del siglo XVIII por la Corona Española y que fue el primer proceso histórico de Ordenamiento Territorial para el continente hispanoamericano, dieron la connotación a Honduras de verle como una provincia con Identidad Minera y Ganadera pero no Agrícola, pues cifraban el adelanto económico en la época colonial en la agricultura. Un siglo más tarde hubieran quedado satisfechos puesto que, entre el último tercio del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, Honduras se convirtió en un país agrícola bajo el estigma de la Plantación Bananera. COHDEFOR definió por sus características fisiográficas y edáficas a Honduras como un país de vocación forestal, no de vocación agrícola. Actualmente empresarios y políticos admiten que la industria maquiladora, de establecimiento y crecimiento reciente en el país, a pesar de haber originado miles de puestos de trabajo, es una solución temporal al problema de la producción; otros dictan y cifran el futuro económico del país en el turismo. ¿Quiere decir esto que Honduras carece de una identidad productiva?

La vida económica del país ha estado determinada por los ciclos de auge y decadencia de las actividades generadoras de riqueza, durante la colonia fue marcada por los ciclos de la Plata, Oro, Ganado y Añil que atravesaron por momentos de alza y baja. Finalmente desaparecieron y afectaron las antiguas regiones productoras; en el siglo XX y el actual, solo la producción bananera ha sido capaz de mantenerse activa por más de un siglo. Alrededor de ella se logro formar una Honduras moderna y con ella una nueva cultura, aunque sea restringida para la zona norte del país.

La tendencia monopólica que acabo por triunfar con las reformas liberales centroamericanas condujo a llamarlas repúblicas cafetaleras o, en el caso de Honduras república bananera, bajo este esquema se da paso en el gobierno del señor Marco Aurelio Gálvez, la promoción y estimulación del establecimiento del cultivo del café y fue hasta el año de 1972, época de la administración del señor López Arellano en que se le da el verdadero auge a este cultivo, trayendo las plantas para el establecimiento vía aérea del hermano país de El Salvador.

Honduras no es, ciertamente una planicie tropical frutera, país industrial, tampoco una amplia zona boscosa de pino; es innecesario querer adjetivar un país como forestal o agropecuario o turístico o minero o industrial; cuando puede ser todo esto la dispersión de la población, las pésimas vías de comunicación, la complicada aunque variada y rica geografía han dificultado para la población hondureña de interiorizar una imagen real del país, sumado a ello la debilidad del gobierno central de pretender unificar a Honduras por decretos, a definir a Honduras con un acto de poder ejecutado desde un escritorio capitalino para hacerse la ilusión de dominar una realidad que no logra esquematizar y menos controlar.

Honduras es un país que debe ser visto holísticamente por la riqueza de su diversidad étnica, lingüística, cultural y recursos naturales con que cuenta, pero la población por historia y carente de suficiente información del país no se le permite entender su propia realidad o prejuiciada porque cree que el país debería de tener una característica unitaria, entiende esa diversidad como una desventaja. La diversidad regional no es, en sí, un defecto que atente contra la unidad de la nación y ya comienza a entenderse como una fortaleza de potencial comprometedor para crear las estrategias de desarrollo local, regional y nacional.

Recomendaciones internacionales a las democracias ístmicas de América en su actual proceso de consolidación, ha sido de estimular los gobiernos locales. La planificación desarrollista del periodo anterior anulo a los municipios y favoreció a las instancias del gobierno central. Ahora, la participación comunitaria, desde las municipalidades en educación, salud y en las tareas productivas se está considerando indispensable. El municipio está recobrando poder y autonomía de gestión.

La falta de efectividad en la participación que aun se evidencia en Honduras y la ausencia de estímulos desde el sector gobernante para incentivar esa participación ciudadana de los distintos sectores productivos y sociales, producen malestar y abona la crisis de integración productiva, social y ambiental dentro del país. Es interesante considerar que cuando se piensa en términos de participación comunitaria todavía se piensa en comunidades simples, con una sola fuente de autoridad:, la alcaldía, un solo complejo escolar con sus padres de familia, un centro de salud, una organización de vecinos y aun no se piensa en términos de la complejidad que viene siendo creciente y no solo en las grandes aglomeraciones urbanas, complejidad en las fuentes de autoridad, en los agentes de cualquiera de las actividades sociales y productivas o en el campo de las opiniones y creencias. No se percibe, todavía con cohesión social, la participación en términos de pluralismo, competencia, conflicto y consenso, que vendría a ser lo propio de una identidad productiva, y se asimila la identidad con la uniformidad.

3.5.6 Identidad y Pobreza

En el sistema colonial español que controlaban todos los precios, estipulaban cuanto había que pagar por cada artículo o servicio, temiendo como consecuencia el contrabando y evasión de impuestos por los productos. Las nuevas repúblicas de inspiración liberal pretendieron acabar con los monopolios y precios fijos. Pero bien entrada la república independiente, las alcaldías aún controlaban el comercio local. Y es que había un factor histórico en la base de esta economía: las villas españolas, luego criollas, tenían que ser alimentadas por los pueblos agrícolas indígenas (luego campesinado mestizo). Se les daba un salario pero nunca equivale al trabajo invertido en producir los alimentos. Este principio de que el campo tenía que alimentar a la ciudad y de forma muy barata subsistió durante toda la sociedad tradicional y recién comenzó a cambiar con el neoliberalismo.

El neoliberalismo vino a proponer la libertad de mercado a suprimir el control de precios. Era lógico ese cambio, puesto que el capitalismo había entrado en el agro y no fue para favorecer al campesinado pobre por lo que reevaluaron los precios, sino en virtud de los intereses de los modernos empresarios agrícolas. Estos y los intermediarios han corrido con los beneficios no así el campesino de pocos recursos. Los movimientos urbanos de obreros y pobladores han insistido en proponer el congelamiento de precios. Pero hay poco ambiente para ello dentro de las pautas de una economía liberada por unas relaciones capitalistas, cada vez más consistentes.

Se acusa que el modelo neoliberal a lo largo de esta etapa democrática, a producido aproximadamente un 60% que de la población hondureña pertenezca a familias de condición miserable, mas otro 15% situado en el estrato de la pobreza. La reforma agraria se ha reducido a procedimientos de titulación de tierras, para grupos campesinos que anteriormente habían accedido a ella. La empresa privada se muestra cada vez más intransigente a la hora de negociar los aumentos al salario mínimo que atención a la carestía de la vida para los hondureños y hondureñas pobres, los privilegiados que tienen trabajo puesto que la población con problemas de empleo asciende a un 41%[25].

Las huelgas en los sectores educativo y salud, para mejorar las condiciones de trabajo son cada vez más impopulares; los usuarios de esos servicios públicos sufren las consecuencias de ellas como mala atención, mala calidad de estos servicios y la resolución de los mismos conflictos termina por generar resultados intrascendentes, esto golpea grandemente el acervo cultural, salud y de educación de las nuevas generaciones en formación, quienes ven con la naturalidad estos movimientos egoístas con un pseudo-principio social que busca un beneficio sectorial y no nacional, ya que provocan un rechazo de la población que les hace ver mas como parásitos que como agentes de desarrollo para el país. La identidad es una cuestión que tiene que ver con la producción. El individuo y la sociedad hacen su identidad consensuando, produciendo, trabajando, generando bienes culturales y materiales, a través de los distintos procesos de desarrollo que se encuentran enmarcados bajo una política de estado que depende a un proyecto marco de carácter Nacional. Hoy en día se habla mucho de la pérdida de identidad y de valores, de la crisis del patriotismo y del irrespeto a los símbolos, quienes suelen hablarlo son personas que lo pronuncian con el estomago lleno. La pérdida de identidad proviene de la pobreza, exclusión social, productiva y económica. Incontables hondureños están dispuestos a cambiar la identidad del país por el lugar donde nacieron por la de los Estados Unidos o Europa y no son culpables de ello; las personas no pueden identificarse con aquello que las rechaza. La pobreza es negación de identidad.

La falta de Identidad Nacional acarrea por lógica a la población, a buscar patrones de identificación y de pertenencia con personas o asociaciones que gocen popularidad del momento, mas no así con su país. Este patrón psicosocial es un síntoma de un síndrome de enfermedad colectiva y que no nos permite ver más allá del momento circunstancial del porqué o el cómo, no logramos tener patrones sanos hacia el país.

3.5.7 Identidad y Movimientos Literarios

El movimiento literario hondureño ha estado marcado por un estilo criollo que busco la creación de una nueva conciencia nacional, relatando en sus escritos tradiciones, costumbres y urgencias sociales del país. El más conocido será el sabio Valle con sus tratados literarios en la creación de las provincias centroamericanas, en especial Honduras donde demarca la importancia de la creación una patria libre, soberana e independiente, bajo un pensamiento nacionalista. Otro gran influyente a principios del siglo XX es Froilán Turcios, que plasmo en sus escritos la urgencia de una cohesión interna como nación, dícese que tuvo gran influencia por ser secretario privado de Sandino, donde obtuvo su despertar social. A mediados del mismo siglo posterior a la era dictatorial de Carías, emerge en la vida literaria Ramón Amaya Amador y su obra “Prisión Verde” donde relata las injusticias laborales y sociales que vivían los empleados de las plantaciones bananeras, este escritor es uno de los más grandes e influyentes que ha dado nuestro país. En los años setentas nace un movimiento de urgencia social, encaminada a conocer la historia y de la necesidad de descubrir y encontrar nuestra Identidad Nacional. Cabe destacar a Ramón Romero, Marvin Barahona, Marcos Carías, Luis Pedro Taracena, entre otros. Estos marcan un sentir y un despertar nacionalista en el movimiento literario hondureño.

El departamento de Olancho ha sido una de las cunas de escritores y poetas de nuestro país y es preciso resaltar que sus orígenes se encuentran asociadas al movimiento literario de Nicaragua que data de la época de Sandino y Darío. Hoy en día, en el país han surgido nuevas generaciones de poetas y escritores de corte cristiano, motivacionales y de resentimiento social, desligados totalmente del sentimiento hondureño y lo más rescatable de este movimiento es el escritor Quezada, ya que los nuevos baluartes muestran un repudio hacia nuestro país y un claro ejemplo es la famosa obra “La Biblia del Asno”, donde nos sataniza como seres humanos y ciudadanos de esta bella patria, pero ejemplifica el sentir de esa generación perdida y sin sentido de pertenencia social. Son ejemplos de la negación de la realidad social que impera en nuestra sociedad. Es arte y cultura urbana[26].

3.6 Hacia la construcciòn de la identidad nacional

3.6.1 La cultura frente a la situacion de emergencia (Mitch)

Las consecuencias del modelo económico aplicado en Honduras durante las últimas décadas, expresan bajo las formas de una catástrofe sin precedentes, con impactos severos en lo social, político, económico, psicológico y ambiental. Además, el proceso de globalización económica y cultural anula hoy las capacidades de las comunidades para enfrentarse en forma autónoma a estas adversidades comparables a los grandes cataclismos.

La catástrofe actual se caracteriza por la violencia y la simultaneidad de los acontecimientos, y ello dificulta su asimilación por parte de las personas y de los grupos. Bajo esas condiciones, los trastornos aparecen y se multiplican por efecto catarata, por desmoronamiento, como lo indica el origen de la palabra (cata significa desmoronamiento). Así aparecen sucesos de extensión masiva como cierre de fábricas, clausura de organismos sociales, imposibilidad de usar los ahorros, y reducción o imposibilidad de dar apoyo por parte de las organizaciones tradicionales de asistencia. La magnitud y la velocidad de los acontecimientos suele impedir poner en práctica cualquier respuesta verdaderamente eficaz. En estos casos no siempre la población se une por los problemas que le son comunes, contradiciendo la tradicional idea de que la unidad surge naturalmente en momentos de crisis, y se instala una conciencia de supervivencia con pautas de conducta muy precarias y alejadas de la ética tradicional (efecto de situación límite). Muchos académicos e investigadores de desastres afirman que el riesgo no sólo depende de la magnitud de la amenaza sino, fundamentalmente, del grado de vulnerabilidad que padece la sociedad expuesta a esa amenaza; se valora el nivel de los riesgos a los que está sometida una sociedad por el grado de relación que existe entre la amenaza y la vulnerabilidad. Así, aunque la amenaza sea pequeña, el riesgo se magnifica si la vulnerabilidad es alta. Una lluvia de escasa intensidad en el norte del país, que en general no entrañaría peligro, puede llegar a poner en riesgo de inundación a una comunidad que viva en una zona baja. La elección del lugar en que habita la convierte en muy vulnerable.
Mientras que tradicionalmente la amenaza era considerada como el factor activo y la vulnerabilidad como pasivo, ahora se reconoce que la vulnerabilidad es producto de factores económicos, sociales y culturales, así como de decisiones políticas erróneas. Por ejemplo, cuando por ignorancia o por aprovechar la baratura de los terrenos se planifican y construyen viviendas en el valle de inundación de un río, sin haber tomado las precauciones necesarias para que las casas no se construyeran a nivel del suelo. O cuando se asientan poblaciones cerca de áreas industriales o en las cercanías de hornos de incineración de residuos tóxicos o patológicos. Es evidente que en estos casos se está sencillamente, creando el riesgo y convocando a la catástrofe a mediano tiempo.

Así como aumenta la vulnerabilidad de un pueblo por las políticas impuestas desde los centros económicos de poder (amenaza) se puede comenzar también a limitar sus efectos y a recorrer un camino inverso reduciendo la vulnerabilidad. Lo que se hace tradicionalmente es tratar de actuar sobre la amenaza y no considerar la vulnerabilidad por lo cual se repite permanentemente un ciclo donde reaparece un factor de difícil eliminación, dejando de lado aquel sobre el cual se puede actuar ya y con los recursos con que se cuenta.

3.6.2 Vulnerabiliades territoriales

Aunque es obvio que la pobreza en Honduras eleva la potencia hacia la vulnerabilidad, existen múltiples factores que la aumentan, de los cuales los más relevantes para este diagnóstico mencionaremos:

3.6.2.1 Factores institucionales

La activa participativa de las organizaciones de la propia sociedad y el grado de autonomía en relación con el Estado determinan el grado de vulnerabilidad de una comunidad. Las distintas regiones del país son altamente dependientes de la asistencia social que brinda el Estado, son muy vulnerables. Es muy importante por ello que la necesidad de intervención estatal en la etapa de emergencia, no ahogue los mecanismos que posibilitan la autogestión y la auto organización de las comunidades.

3.6.2.2 Factores económicos

Podríamos decir que la posibilidad de absorber el impacto de una amenaza estaría dado en algunos casos por las reservas de tipo económico que tenga el grupo pero también por las reservas en materia de capital social o cultural que le permitan resistir con los recursos disponibles a su alcance en el momento de la crisis (estrategias de supervivencia sin dinero o con mínimo dinero). Los grupos recientemente excluidos del mercado laboral tanto del campo como de la ciudad, son altamente vulnerables. Incluimos en estas consideraciones también a los pequeños productores rurales que han quedado fuera del sistema en la carrera productivista de disminución de costos e incorporación de insumos.
Los grupos desarraigados de sus culturas tradicionales e incorporadas a un sistema de consumo se transforman en altamente vulnerables. Trasplantados a un medio donde sus saberes pierden vigencia deben ser asistidos por el Estado para sobrevivir. Por lo contrario, comunidades que han mantenido sus estrategias de vida, demuestran ser menos vulnerables y aún más todavía han logrado prosperar en situaciones de riesgo generalizado. El desarraigo, consecuencia de la implementación del modelo de apertura irrestricta del mercado, es el signo más evidente de la desestructuración del tejido social que privilegia la producción de bienes primarios para el mercado externo.

3.6.2.3 Factores sociales

La presencia o ausencia de una organización social entre las poblaciones en riesgo es lo que determina sus grados de vulnerabilidad, ya que la fragmentación social acentúa su indefensión. También hace a la diferencia, al momento de responder a las situaciones de catástrofe, el tipo de organización porque las que tienen muy bajo nivel de participación real y un liderazgo centralizado en una sola persona, no tiene la misma fortaleza que una organización con activa participación de sus miembros.

3.6.2.4 Factores culturales

Una población con profundos lazos culturales resiste mejor las situaciones de crisis que ponen en peligro a su integridad, a diferencia de otras que, tal como la nuestra, sus redes de sostén se han deteriorado. En Honduras, los monocultivos y los cultivos en gran escala han conducido al desmoronamiento de los tradicionales mecanismos de seguridad alimentaria construido por varias generaciones de hondureños. Como consecuencia del despoblamiento y el éxodo a los conurbanos de pobreza, muchos pueblos rurales se encuentran actualmente en vías de desaparición. La emigración, en estos casos, implica la desaparición del oikos, el hogar y el hábitat. Como dijo alguna vez el pensador Rodolfo Kusch, "sin suelo no hay arraigo y sin arraigo no hay reclamo por lo propio... si no hay un horizonte simbólico, ni un suelo, entonces no hay nada por que decidirse. Es decir, no hay un sujeto cultural. La decisión cultural expresa siempre las estrategias de vida del sujeto cultural". Para éste pensador, "la cultura es una estrategia para vivir en un lugar y en un tiempo. El horizonte simbólico es la posibilidad de esa estrategia... no es sólo lo aportado por una tradición, sino además es el baluarte simbólico en el cual uno se refugia para defender la significación de su existencia”.

Los lazos sociales, la capacidad de intercambio simbólico que implica nuestra condición cultural están alterados profundamente. Los procesos de uniformización y homogeneización que se han impuesto sobre lo cultural sometieron las particularidades locales y por lo tanto la diversidad. Imperan mecanismos de segregación y de exclusión que no tienen en cuenta lo diferente. El empobrecimiento cultural es resultado de la supresión de esas diferencias. En este marco, por lo tanto, nuestra identidad se encuentra en crisis. Esa crisis de identidad es determinante en situaciones como la que vivimos ya que alimenta una idea de no futuro. La visión que tiene una comunidad de sí misma hace a la construcción de su propio destino. Puede resistir a partir de un fuerte orgullo como comunidad o como nación o entregarse fácilmente si no se tiene esa mirada de sí o si ésta es negativa.

3.6.3 Cultura y desarrollo local

La interrelación existente en una comunidad entre las necesidades de sus miembros, la forma de satisfacerlas y los recursos con que cuenta tiene un carácter dinámico y permanente. En los pueblos originarios existía una interrelación sociedad naturaleza concebida para asegurar la armonía y la supervivencia. La cultura definía el estilo de desarrollo. En nuestro País esa interrelación no existe, consumimos cada vez más cosas que no producimos y dependemos muy significativamente de productos generados fuera de nuestro territorio. Esa enorme transformación en las formas de producir y consumir como consecuencia de la aplicación de un modelo económico de dependencia, nos ha hecho perder, entre otras cosas, nuestra soberanía alimentaria. La actual inseguridad alimentaria es una manifestación de dicha perdida producto no solo de la perdida de la capacidad adquisitiva de los salarios e ingresos sino también de la profunda alteración de las pautas tradicionales de consumo reemplazadas por hábitos impuestos a través de campañas intensas y permanentes.

3.6.3.1 Identidad y desarrollo local

La Honduras de hoy, atraviesa un proceso en el cual muchos de sus habitantes quisieran emigrar a otro país, y de hecho muchos lo hacen. Para ellos, la identidad en crisis y en proceso de desidentificación adquiere atributos de falta de horizontes, de humillación, de desempleo, e incertidumbres globales. Esa crisis de identidad es la consecuencia de un proceso de devaluación sistemática de las culturas locales y de hipervalorización de la de los centros de poder. Este menosprecio de todo lo local, desde la comida hasta los zapatos y la música, crea un alto grado de dependencia. Lamentablemente estos fenómenos se han profundizado en las últimas décadas hasta alcanzar un grado sumamente crítico.
Urge iniciar un proceso de recuperación cultural, donde lo local sea el elemento central, tanto en términos de ejecución como de toma de decisiones y esto implica horizontalidad en la información y también en la participación y en los controles ciudadanos. Lo local es siempre un espacio de identidad y solidaridad y un escenario de construcción, de reconocimientos y de realización cultural. El esfuerzo por recuperar o reconstruir la identidad cultural se vincula directamente con la revalorización de formas tradicionales del trabajo, de las tecnologías, de formas de organización y de autogestión, de planificación y de distribución económica.
Los actores locales unidos por una voluntad solidaria toman a cargo el desarrollo de su territorio en función de sus necesidades y de los recursos locales. Su proyecto cultural supera las consideraciones productivistas y genera nuevas relaciones sociales que fortalecen el propio proyecto cultural que se va realizando a lo largo de un continuo devenir.

3.6.4 Lo cultural como clave del desarrollo económico local

Hemos perdido códigos y valores de referencia, y muchos de nuestros derechos han sido violados, los mecanismos de transmisión cultural se encuentran debilitados cuando y anulados, los derechos de los agricultores respecto a la producción y al control de su espacio son desconocidos, al igual que los derechos de los Pueblos originarios al conocimiento y a sus prácticas ancestrales. Pensamos lo cultural como lo específicamente humano, intercambio simbólico, mediación y posibilidades de hacer lazos con el otro desde la identidad. Podremos "volver a la cultura" sólo si promovemos el arraigo, desarrollamos lo local y rescatamos los recursos materiales y simbólicos propios de cada lugar, dinamizando procesos socioculturales y educativos para reconstruir lo culturalmente destruido. Necesitamos que múltiples producciones culturales recobren vida y sean reinstaladas, desde la recuperación de las semillas nativas hasta los modelos de cultivos asociados, desde las artesanías hasta la música y las artes en general. El desarrollo local, como propuesta, es un desafío que implicará para el Plan Nacional de Ordenamiento Territorial establecer nuevas relaciones entre la economía, la política y la cultura para desplegar toda la potencialidad de la diversidad cultural en un proceso de integración que exprese en cada paso una identidad que emerge y consolida a un país soberano.

“En resumen: nuestra historia habrá de pasar por tres necesarias instancias. La primera: el reconocimiento de todos los derechos sociales, culturales y económicos de las comunidades indígenas y afrodescendientes para estructurar nuestra base multicomunitaria; la segunda: integrarnos en una comunidad cultural más amplia de nación para la consolidación de nuestro desarrollo, modernizando así nuestras estructuras sociales y políticas, no en el discurso sino en la obra, y reconvirtiendo nuestras estructuras económicas y tecnológicas para darles respuesta contemporánea civilizadora; y la tercera: desarrollar nuestro papel como civilización que renueva la occidentalidad en sus tradiciones y valores[27]”. Concluye Carlos Fuentes:”…los indígenas de las Américas, de Alaska y Arizona, de México y Guatemala, de Perú y Bolivia, nos piden a nosotros los hombres y mujeres de las ciudades que respetemos sus valores, no condenándolos al olvido, sino salvándolos de la injusticia; nos están diciendo que son parte de nuestra comunidad cultural; nos advierten que si los olvidamos a ellos, nos olvidamos a nosotros mismos…”

3.7 Marca país: Defendiendo la identidad nacional

“Cuando hablo de mejorar la marca país, no estoy hablando de promoción. Muchos países gastan mucho dinero en campañas de publicidad estúpidas. Eso no funciona. Lo que se necesita, es mejorar la calidad de lo que los países producen, y planes de diez o quince años que involucren una estrategia nacional coordinada de todos los sectores de la sociedad”. (Andrés Oppenheimer)[28].
Sonara muy abrupto este párrafo a nuestra decodificación mental, pero es necesario ver más allá de nuestro presente en el país, es acá donde debemos preguntarnos: ¿Qué hace a un país como Honduras confiable para las inversiones internacionales? ¿Cómo se ven los países del mundo, especialmente los países de América Latina, en materia de confiabilidad de mercado, cultura, turismo, de crecimiento y desarrollo económico? Descubramos la renombrada “Marca País”. El motor de las naciones.

Cuando una persona piensa en marcas de productos a la hora de comprar, prontamente relaciona en qué país dicho producto fue manufacturado. A partir de ahí, define la compra de este, o decide pasar a optar por otra marca del mercado del mismo bien que quiera adquirir. Es indudable que un producto que reza: “Made in USA”, será de reconocimiento mundial, frente a uno que diga “Made in Honduras”. Pero lo curioso es que no se obtiene dicho reconocimiento por la diferencia de precio o calidad, sino porque el país posee mala imagen, mala prensa, mala estabilidad política. Sobre esto debemos trabajar. Sobre la construcción de una marca país que vincule estabilidad de desarrollo social, económica, política y jurídica de su representación en la confiabilidad de los mercados, y a la calidad de sus productos. Una imagen de país que garantice un aval de confianza. Entonces nos preguntamos: ¿podrá Honduras como país, encontrar sus identidades y potencialidades, para volcarse a los mercados que le represente mayores posibilidades en su futuro y brinde mayor beneficio a su población? Países como Colombia, Chile, Costa Rica y otros, lo lograron. El turno de saldar esta deuda depende exclusivamente de nosotros.

En esencia, la ritualización de la marca país constituye el espíritu de cada nación, es el motor de cada país, en donde el marco para el crecimiento económico a nivel mundial se basa en acrecentar propiamente cada una de las cualidades que cada uno posea, explotándolas al máximo. Tomaremos como un ejemplo reciente y muy significativo, es Colombia. Un país que hace menos de veinte años, poseía altas cifras de muertes por sus enfrentamientos políticos internos, narcotráfico, terrorismo, y conflictos limítrofes, supo dar vuelta individualmente a su nefasta historia, demostrando que en la región se puede mejorar bajo propia voluntad, sin echar culpa a terceros. Hoy Colombia es un país de repercusión. Digno de ser disfrutado, en donde la calidad turística, la belleza natural de sus paisajes y la calidez de su gente, construyen el marco perfecto, para dar a conocer sus bondades al mundo. Aunque tendremos más interrogantes que respuestas, como hondureños tenemos un camino por develar bajo un marco de integración y cohesión social, cultural y económica, que nos permita realmente conocer nuestras potencialidades productivas. El primer paso será subsanar todas y cada una de nuestras disfuncionalidades que nos atañen como país, sociedad e historia. Luego embarcarnos en un proyecto que demuestre lo que somos y sentimos, más no así lo que nos etiquetan y satanizan por ser un país adolescente con carencia de sentido común colectivo y que inicia el descubrimiento de su personalidad e identidad nacional y venderla a un mundo globalizado.
[1] Propuesta de caja de instrumentos para el desarrollo social y psicosocial para la elaboración del DIM, para el PLANOT. 2008. pp.5-11.
[2] Propuesta de caja de instrumentos para el desarrollo social y psicosocial para la elaboración del DIM, para el PLANOT. 2008. pp.13.

[3] Eagly, A. H., Chaiken, SThe psychology of attitudes. San Diego, CA. (1993): Harcourt Brace Jovanovich.
[4] Blank, T. Determinants of NI in East and West Germany (2003). 2, pp 259-288.
[5] Blank, T., Schmidt, P., Westle, B. “Patriotism” - A Contradiction, a possibility or an empirical reality?. ECPR Workshop 26: (2001). National Identity in Europe.
[6] Smith, A. National Identity. Penguin Books, London(1991).
[7] Romero, Ramón. “Identidad Nacional Hondureña” 1990. pp. 16-25
[8] Taracena Arriola L. Ilusión Minera y Poder Político, Honduras 1998. P.21-52.
[9] Carías C. “La Patria del Criollo para La Patria” Honduras 2007. Pp. 90-325
[10] Carías C. “La Patria del Criollo para La Patria” Honduras 2007. Pp. 90-325


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