Ian Bremmer presidente del Eurasia Group, consultora sobre riesgo político, explica en este ensayo que la globalización ha dejado de ser el paradigma económico indiscutido. La crisis financiera internacional ha dado a la política – con la necesidad de rescatar empresas -- un papel preponderante en el funcionamiento de los mercados. Y sin embargo, muchos actúan como si nada de eso estuviera pasando.
La crisis financiera dio a la política un papel en la economía. Antes se creía que eso sólo ocurría en los países en vías de desarrollo y que, con el tiempo, también allí desaparecería.
En ninguna parte esto es más evidente que en Washington, donde se discuten rescates, nuevas leyes financieras y estímulos millonarios.
La política entró al ámbito de la economía para evitar el conflicto social que en muchos países podría generar la crisis financiera.
El ascenso del capitalismo de estado
Cuando terminó la guerra fría, parecía que se enterraba la idea que los gobiernos podían manejar economías nacionales para generar prosperidad. El dinamismo de Japón, Estados Unidos y Europa occidental – alimentado por riqueza privada, inversión privada y empresa privada -- parecía haber instalado definitivamente el predominio del modelo liberal. A medida que esos gobiernos privatizaban empresas y jubilaciones, compañías como Exxon Mobil, Microsoft, Toyota Motor y Wal-Mart Stores se pusieron febrilmente a diseñar planes para su expansión global. La globalización se puso en boca de todos.
Pero incluso antes de que la crisis financiera sacudiera la fe ciega en la libertad de mercado, una nueva generación de mercados emergentes (muchos con gobiernos autoritarios) transitaban caminos diferentes hacia la prosperidad: allí retornaron la salud pública, la inversión pública y la empresa pública. Comenzaba una era de capitalismo de estado, en la cual los gobiernos volvían a manejar enormes flujos de capital con profundas implicancias para el mercado libre y la política internacional.
El capitalismo de estado es un sistema económico en el cual los gobiernos manipulan los resultados del mercado con propósito político. Los gobiernos abrazan el capitalismo de estado porque es útil a sus objetivos políticos y económicos, no porque sea el medio más eficiente de generar prosperidad. El sistema pone vastos recursos financieros dentro del área de control de funcionarios de estado, permitiéndoles acceso a efectivo que les ayuda a preservar su capital político interno, y, en muchos casos, aumenta su poder en la escena internacional. Pero el capitalismo de estado también dificulta la difusión de la globalización, porque complica el flujo de ideas, de información, de gente, de fondos, de bienes y servicios dentro de los países y entre los países.
La recesión global aceleró la tendencia a la intervención estatal en los mercados. En todas partes hoy los gobiernos gastan millones para estimular el crecimiento y rescatar industrias y empresas.
Ganadores y perdedores
Mientras el paisaje cambia a su alrededor, inversores y empresas internacionales irán descubriendo que la participación de la política en los procesos de mercado producirá sus propios ganadores y perdedores. Como cada estado tiene factores políticos propios, habrá diferentes respuestas a la recesión económica doméstica y los países con sólidos fundamentos políticos estarán mejor posicionados para una rápida recuperación. Tres décadas de crecimiento sostenido, por ejemplo, han dado a la élite del partido comunista chino grandes reservas de capital político. Dada la enorme cantidad de dinero que el gobierno puede gastar en estímulos fiscales, China podrá emerger de la recesión global antes que la mayoría de las naciones en el mundo desarrollado.
En Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva forjó en los últimos años un sólido consenso en torno a una política macroeconómica disciplinada. Su habilidad para mantener alto nivel de aprobación y equilibrio fiscal sin duda ayudará a su gobierno a estimular la economía brasileña mediante el gasto del estado y apertura a la inversión extranjera.
Otros gobiernos deberán transitar caminos más difíciles. En Rusia, una recesión profunda podría dejar al descubierto errores de la élite gobernante. Se podría polarizar el debate político y desencadenar fuga de capitales en gran escala.
¿Podría el capitalismo de estado impedir el progreso de la globalización? Altamente improbable. La crisis financiera global no ha demostrado que el crecimiento instigado por los gobiernos puede aventajar, a largo plazo, la expansión provocada por mercados libres bien regulados. Estados como China, Rusia y hasta las muy estables monarquías del golfo pérsico enfrentarán presiones tremendas cuando las contradicciones internas en su desarrollo ponen a prueba su resistencia económica. El dinamismo de la globalización no depende de la sabiduría de funcionarios políticos. Esa es la primera razón por la que casi seguramente resistirá el desafío del estado capitalista.
Pero la crisis financiera y la aparente responsabilidad que le cabe a Estados Unidos, asegurará el crecimiento del capitalismo de estado en los próximos años. El arco de su trayectoria dependerá de una cantidad de factores: cualquier debilitamiento de la fe occidental en el poder del mercado libre, la capacidad de la administración Obama para poner en marcha el crecimiento de Estados Unidos, la capacidad de los gobiernos que dependen de la exportación de petróleo para aguantar la caída del precio, la capacidad del partido comunista chino para crear trabajo, y docenas de otros factores. Mientras tanto, empresarios e inversionistas deben admitir que la globalización ya no es el paradigma económico internacional indiscutido, y que la política tendrá por muchos años un impacto profundo en el comportamiento de los mercados.
http://www.mercado.com.ar/nota.php?id=362546
La crisis financiera dio a la política un papel en la economía. Antes se creía que eso sólo ocurría en los países en vías de desarrollo y que, con el tiempo, también allí desaparecería.
En ninguna parte esto es más evidente que en Washington, donde se discuten rescates, nuevas leyes financieras y estímulos millonarios.
La política entró al ámbito de la economía para evitar el conflicto social que en muchos países podría generar la crisis financiera.
El ascenso del capitalismo de estado
Cuando terminó la guerra fría, parecía que se enterraba la idea que los gobiernos podían manejar economías nacionales para generar prosperidad. El dinamismo de Japón, Estados Unidos y Europa occidental – alimentado por riqueza privada, inversión privada y empresa privada -- parecía haber instalado definitivamente el predominio del modelo liberal. A medida que esos gobiernos privatizaban empresas y jubilaciones, compañías como Exxon Mobil, Microsoft, Toyota Motor y Wal-Mart Stores se pusieron febrilmente a diseñar planes para su expansión global. La globalización se puso en boca de todos.
Pero incluso antes de que la crisis financiera sacudiera la fe ciega en la libertad de mercado, una nueva generación de mercados emergentes (muchos con gobiernos autoritarios) transitaban caminos diferentes hacia la prosperidad: allí retornaron la salud pública, la inversión pública y la empresa pública. Comenzaba una era de capitalismo de estado, en la cual los gobiernos volvían a manejar enormes flujos de capital con profundas implicancias para el mercado libre y la política internacional.
El capitalismo de estado es un sistema económico en el cual los gobiernos manipulan los resultados del mercado con propósito político. Los gobiernos abrazan el capitalismo de estado porque es útil a sus objetivos políticos y económicos, no porque sea el medio más eficiente de generar prosperidad. El sistema pone vastos recursos financieros dentro del área de control de funcionarios de estado, permitiéndoles acceso a efectivo que les ayuda a preservar su capital político interno, y, en muchos casos, aumenta su poder en la escena internacional. Pero el capitalismo de estado también dificulta la difusión de la globalización, porque complica el flujo de ideas, de información, de gente, de fondos, de bienes y servicios dentro de los países y entre los países.
La recesión global aceleró la tendencia a la intervención estatal en los mercados. En todas partes hoy los gobiernos gastan millones para estimular el crecimiento y rescatar industrias y empresas.
Ganadores y perdedores
Mientras el paisaje cambia a su alrededor, inversores y empresas internacionales irán descubriendo que la participación de la política en los procesos de mercado producirá sus propios ganadores y perdedores. Como cada estado tiene factores políticos propios, habrá diferentes respuestas a la recesión económica doméstica y los países con sólidos fundamentos políticos estarán mejor posicionados para una rápida recuperación. Tres décadas de crecimiento sostenido, por ejemplo, han dado a la élite del partido comunista chino grandes reservas de capital político. Dada la enorme cantidad de dinero que el gobierno puede gastar en estímulos fiscales, China podrá emerger de la recesión global antes que la mayoría de las naciones en el mundo desarrollado.
En Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva forjó en los últimos años un sólido consenso en torno a una política macroeconómica disciplinada. Su habilidad para mantener alto nivel de aprobación y equilibrio fiscal sin duda ayudará a su gobierno a estimular la economía brasileña mediante el gasto del estado y apertura a la inversión extranjera.
Otros gobiernos deberán transitar caminos más difíciles. En Rusia, una recesión profunda podría dejar al descubierto errores de la élite gobernante. Se podría polarizar el debate político y desencadenar fuga de capitales en gran escala.
¿Podría el capitalismo de estado impedir el progreso de la globalización? Altamente improbable. La crisis financiera global no ha demostrado que el crecimiento instigado por los gobiernos puede aventajar, a largo plazo, la expansión provocada por mercados libres bien regulados. Estados como China, Rusia y hasta las muy estables monarquías del golfo pérsico enfrentarán presiones tremendas cuando las contradicciones internas en su desarrollo ponen a prueba su resistencia económica. El dinamismo de la globalización no depende de la sabiduría de funcionarios políticos. Esa es la primera razón por la que casi seguramente resistirá el desafío del estado capitalista.
Pero la crisis financiera y la aparente responsabilidad que le cabe a Estados Unidos, asegurará el crecimiento del capitalismo de estado en los próximos años. El arco de su trayectoria dependerá de una cantidad de factores: cualquier debilitamiento de la fe occidental en el poder del mercado libre, la capacidad de la administración Obama para poner en marcha el crecimiento de Estados Unidos, la capacidad de los gobiernos que dependen de la exportación de petróleo para aguantar la caída del precio, la capacidad del partido comunista chino para crear trabajo, y docenas de otros factores. Mientras tanto, empresarios e inversionistas deben admitir que la globalización ya no es el paradigma económico internacional indiscutido, y que la política tendrá por muchos años un impacto profundo en el comportamiento de los mercados.
http://www.mercado.com.ar/nota.php?id=362546
No hay comentarios:
Publicar un comentario