jueves

Medio Oriente

Irresponsabilidad internacional

Temas de seguridad internacional van y vienen. Algunos por desgracia son más permanentes que otros. Y el tema que atrajo la atención pública el día de ayer es el del violento e inestable camino para la paz entre Israel y el pueblo palestino. La reunión entre el presidente estadounidense, Barack Obama, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tuvo como objetivo sentar las bases para un nuevo intento de pacificación de la región con un renovado gobierno israelí.

El nuevo gobierno de Netanyahu, quien comenzó un segundo mandato como primer ministro de Israel apenas el 31 de marzo, es caracterizado por su debilidad política. Por un lado, el partido Likud, de extrema derecha y al cual pertenece Netanyahu, recibió sólo 21% del voto nacional comparado con el 23% que recibió el partido Kadima, el más moderado del espectro. Sin embargo, una negociación entre Netanyahu, los partidos de derecha y el Partido Laborista le brindó la posibilidad de formar gobierno y convertirse así de nuevo en primer ministro. Importante es señalar que la principal desavenencia entre los partidos Likud y Kadima es la posible agenda de paz con los palestinos.

Por otro lado, la posición política internacional de Israel es débil a consecuencia del ataque terrestre y aéreo sobre territorio de Gaza que llevó a cabo de diciembre a enero pasados. Más allá de las controversias alrededor de la enorme ilegitimidad del ataque, es importante tener en cuenta que el Ejército israelí no tuvo la delicadeza de evitar que el ataque alcanzara las instalaciones de la Organización de las Naciones Unidas.

Una comisión independiente reportó a principio de mes que seis de los nueve incidentes (fallecimientos, heridos y daños) registrados durante el ataque fueron responsabilidad directa del Ejercito israelí con costos de 10 millones de dólares.
Con poca fuerza política, Netanyahu se presentó en Washington tratando de dejar en claro las condiciones fundamentales para, por lo menos, comenzar cualquier negociación de paz. Primero, el gobierno israelí exige que la autoridad palestina, en específico Hamas (el movimiento de resistencia islámica de mayor presencia y que gobierna Gaza), reconozca la legitimidad del Estado israelí y su derecho de existir. Segundo, exige que el gobierno de EU haga todo lo posible (y hasta lo que no) para garantizar una de dos, que Irán no desarrolle la tecnología necesaria para lanzar un ataque de destrucción masiva en contra del territorio israelí o que no lo apoye incondicionalmente en caso de que Israel lanzase un ataque “preventivo” sobre Irán.

Dos cosas llaman la atención respecto a ambas exigencias. El principio de reconocimiento mutuo es esencial para la existencia de sujetos políticos internacionales con igualdad jurídica, lo que significa fundamentalmente responsabilidad internacional. Esto pone a la autoridad palestina en una posición en la que no puede cumplir con la exigencia israelí (y la internacional en todo caso). El problema es de principio: mientras Palestina no sea un Estado reconocido, su responsabilidad internacional será muy limitada. Paradójicamente, si el gobierno israelí quiere asegurar que la autoridad palestina sea sujeta a responsabilidad internacional, tiene que aceptar primero la formación de un Estado palestino con el poder institucional necesario para hacerlo. Por otro lado, el desarrollo de la capacidad nuclear militar de Irán, puesta en entredicho pero sobre todo no probada, es un tema que pretende desviar la atención del problema real.

El solo hecho de que el gobierno israelí ponga ambos temas en la misma agenda sólo indica que usará el caso iraní como pretexto en caso de no avanzar en las negociaciones de paz. De hecho la posible relación de los temas tiene una lógica inversa: la creación de un Estado palestino política y legalmente responsable impediría que el gobierno iraní siguiera utilizando dicho conflicto como justificación de su programa nuclear.

El gobierno de Obama y la sociedad internacional en general están en una posición inmejorable para hacer que el gobierno israelí y la autoridad palestina lleguen a un acuerdo de paz. Y la llamada solución con dos estados es la única solución posible de acuerdo con George Mitchell, enviado especial para la paz en Medio Oriente. Hoy no sólo el gobierno estadounidense está exigiendo la creación del Estado palestino; también el papa Benedicto XVI expresó, en su visita a la región, que el Vaticano respaldaba esta medida.

Todo parece indicar, pues, que la mesa está servida para estimular la solución más sensata al conflicto israelí-palestino. Y digo la más sensata porque parece ser la solución de sentido común. Ese sentido común que la ONU evadió cuando al imponer la formación del Estado de Israel no impuso, al mismo tiempo, la formación de un Estado palestino.

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