Discurso pronunciado por Roberto Terrier Castro, presidente de la Asociación de Economistas y Contadores de Cuba, en la inauguración del XI Encuentro Internacional de Economistas
Su excelencia Dr. Leonel Fernández Reyna, Presidente de República Dominicana. Compañero José Ramón Machado Ventura, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Profesores Edmund Phelps y Robert Mundell, Premios Nobel de Economía que por tercera vez nos acompañan.
Distinguidas personalidades invitadas, economistas y cientistas sociales que han respondido a este onceno llamado de los economistas cubanos y de América Latina y el Caribe, para insistir en la búsqueda de respuestas a preguntas fundamentales de nuestra época, muchas de las cuales fueron planteadas, hace una década, como desafío inicial, por el promotor y fundador de estos encuentros, el compañero Fidel Castro Ruz.
No sobra recordar que para entonces (enero de 1999), ya se habían disparado alarmas de crisis en economías sólidas, como la brasileña y la rusa, modélicas, como la argentina y la mexicana, o emergentes, como las asiáticas. Mientras los organismos financieros internacionales y toda la élite capitalista, insistían en que solo a golpes de shock podrían corregirse los desarreglos.
La filosofía del mercado seguía en su apogeo y los que aceptaron su ciega guía, asistieron, uno tras otro, a la implosión, no solo de los modelos, sino de sus sociedades en pleno.
Parecían haber olvidado el Caracazo - del que ahora se cumplieron 20 años con el justo reconocimiento de que marcó el principio del fin de la injusticia en Venezuela- aquellos que de shock en shock, a pura receta neoliberal pareció haber olvidado el Caracazo aquellos que provocaron después la gran revuelta popular argentina de fines del 2001.
¿Quien de nosotros no recuerda con dolor emocionado aquel Buenos Aires cuya elegancia envidiaba toda América Latina, inundado de pobres sublevados contra sus desgobiernos y contra las instituciones financieras multilaterales, que se habían juntado para estafarle al pueblo hasta sus sueños, como lo denunció valientemente el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, una de las personalidades que ha prestigiado nuestros encuentros?
Ya sabemos que otra fue la historia allí donde se puso freno a la desregulación y al saqueo que cabalgaba a lomos del desenfrenado caballo del libertinaje mercantil.
Pero la globalización aun se disfrazaba de oportunidad sin límites y era elogiada en el discurso dominante, tanto político como académico, desde el centro a la periferia. A los escasos y lúcidos críticos de aquel fatal deslumbramiento se les llamaba catastrofistas. Sus advertencias eran gritos que nadie quería oír.
Todavía los dioses de Davos no habían rodado a los pies de las movilizaciones de Porto Alegre. Faltaban por vivirse las históricas jornadas de protestas en Seattle, Quebec y Génova…cuando en julio de 1998, en La Habana, Cuba, Fidel Castro esbozó las líneas fundamentales de lo que apenas cinco meses más tarde, sería el Primer Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo: el único escenario en todo el mundo en el que los apologistas y los críticos del libre mercado (sin cercas, blindados, escudos, gases y balas de goma contra - piedras), se enfrentarían por primera vez, no para cruzar armas sino para enfrentar ideas.
A nosotros mismos nos parecía imposible, hasta que se desataron los primeros y apasionados, aunque muy serios debates entre corrientes que antes solo habían intercambiado insultos.
Me permito recordar aquella histórica primera vez porque entonces Batalla de Ideas era un término de moda solo en Cuba que, desde lejos y bajo el prisma de los prejuicios anticomunistas y antisocialistas, se subestimaba. Nuestros encuentros, desde el principio, no fueron otra cosa que un formidable escenario de la Batalla de Ideas. Y Fidel el único líder en todo el planeta, que dedicaba tantas horas como las de un día completo para escuchar atentamente a unos y otros, pero especialmente a aquellos que los neoliberales llamaban catastrofistas.
¿Recuerdan estas palabras suyas en esta misma sala el 22 de enero de 1999? Cito:
“¿Qué tipo de globalización tenemos hoy? Una globalización neoliberal; así la llamamos muchos de nosotros. ¿Es sostenible? No. ¿Podrá subsistir mucho tiempo? Absolutamente no. ¿Cuestión de siglos? Categóricamente no. ¿Durará sólo décadas? Sí, sólo décadas. Pero más temprano que tarde tendrá que dejar de existir.
¿Me creo acaso una especie de profeta o adivino? No. ¿Conozco mucho de economía? No. Casi absolutamente nada. Para afirmar lo que dije basta saber sumar, restar, multiplicar y dividir. Eso lo aprenden los niños en la primaria.
¿Cómo se va a producir la transición? No lo sabemos. ¿Mediante amplias revoluciones violentas o grandes guerras? Parece improbable, irracional y suicida. ¿Mediante profundas y catastróficas crisis? Desgraciadamente es lo más probable, casi casi inevitable, y transcurrirá por muy diversas vías y formas de lucha…”
Aquella ponencia nos desconcertó a todos por su brevedad y contundencia, cuando aun estábamos por constatar su profundo adelanto a los acontecimientos que se han precipitado en el lapso de la última década.
Hoy, un mundo mucho más interdependiente como resultado de la globalización, se enfrenta a la crisis económica más importante después de la conocida como del 1929 al 33. Según nuestros expertos, esta no es una crisis más y Estados Unidos es el principal responsable.
Tampoco se trata de una recesión ni de una depresión, sino de una caída libre de la economía, que aun no ha tocado fondo y no hay señales claras de cuándo lo hará, mientras todos los indicadores siguen empeorando. En especial el desempleo, que ya sobrepasa los niveles alcanzados durante la crisis de 1974 al 75.
La pregunta general, como si se hubiera escapado de aquella ponencia premonitoria de hace diez años, es: ¿Estamos ante una crisis estrictamente financiera o tiene carácter sistémico?
Analistas que siguen muy de cerca el tema, como nuestro colega Esteban Morales, aunque no solo él, estiman que Barack Obama, esa esperanza de cambio, que los grandes conglomerados mediáticos nos transmitieron con la última elección norteamericana, ha comenzado a consumir aceleradamente el crédito que se le dio al elegirlo.
El primer presidente afroamericano de Estados Unidos mantiene como su innombrable antecesor el Plan de Rescate financiero, para sacar de la crisis a una banca que se resiste a dar créditos, el dinero desaparece, la corrupción es galopante y en realidad no se sabe aun cuánto dinero es necesario para que haya una reacción estimulante…
La economía es lo prioritario. Pero a la nueva administración tampoco le va bien en las guerras, que tragan mucho y no se solucionan.
Hasta ahora nadie tiene la solución: ni para que los bancos den crédito, ni para mover a la economía real. Aunque la idea de darle a la banca y al mismo tiempo tratar de estimular el empleo no son malas, como en los años 80 del pasado siglo, la política económica, en cuanto a sus bases teórica y programática, está también en crisis.
Pero tanto el famoso “plan de rescate”, que tiene sus variantes en otras regiones, como las restantes señales de una crisis más amplia y profunda que no solo es financiera, serán analizados críticamente en este encuentro, especialmente para indagar en los antecedentes estructurales y las salidas, con el objetivo de que todos nos concentremos más, en las alternativas que en el diagnóstico y para convertir las búsquedas de soluciones en una oportunidad para la humanidad y no solo para Estados Unidos y el Mundo desarrollado, que son, en definitiva los que menos sufrirán las graves consecuencias de los costos sociales de todo lo que sus irresponsables políticas han provocado.
Queridos colegas:
Se requiere un análisis serio, profundo y riguroso sobre la crisis económica global y su impacto en el sector financiero. Es imprescindible un rediseño del orden económico internacional y una restructuración de su arquitectura financiera.
Todo análisis sobre este tema requiere la más amplia participación de la comunidad internacional. Todos los países y, en particular, los países en vías de desarrollo, tienen el derecho a estar presentes, a aportar sus puntos de vista y perspectivas, y a formar parte de las soluciones que se establezcan.
Las Naciones Unidas son el foro ideal y legítimo para este empeño, si es que, como ha de ser, buscamos una solución definitiva. La conferencia de alto nivel convocada por el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas Dr. Miguel D´Escoto del 1ro al 4 de Junio próximo, es el escenario ideal y apropiado para discutir democráticamente el asunto y llegar a conclusiones viables y mutuamente admisibles.
Tenemos que impedir por todas las vías posibles que se pretenda imponer a la comunidad internacional decisiones o planes de medidas conciliados en círculos selectos y cerrados. No podemos reconocer autoridad de club selecto alguno, para hacer frente a un dilema que afecta la vida de cientos de millones de personas en el mundo.
El Grupo de los 20 es un grupo selecto y no representativo de la comunidad internacional. Sus deliberaciones y conclusiones pueden ser, en todo caso, un referente más dentro de este gran debate.
Constituiría un gravísimo error, volver a incurrir en la práctica de diseñar políticas, estructuras y mecanismos de alcance global, a espaldas de la mayoría de los gobiernos del planeta y con una actitud de desprecio hacia las instancias de las Naciones Unidas.
Bajo esas imperiosas circunstancias, La Habana les abre de nuevo sus brazos y los invita a la sana y útil confrontación de ideas, armas esenciales, según las definió Fidel en aquella ponencia breve a la que siempre recurriremos para que nos recuerde, que la naturaleza y con ella la especie humana, disponen de muy poco tiempo, para sobrevivir a la ausencia del cambio que habrá de conducirnos, de la depredadora globalización neoliberal que tanto nos está costando, a la globalización solidaria, humana y sin exclusiones.
Gracias por acudir a nuestra cita, por la confianza que han depositado en nosotros. En nombre de mi Patria los saludo.
Su excelencia Dr. Leonel Fernández Reyna, Presidente de República Dominicana. Compañero José Ramón Machado Ventura, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Profesores Edmund Phelps y Robert Mundell, Premios Nobel de Economía que por tercera vez nos acompañan.
Distinguidas personalidades invitadas, economistas y cientistas sociales que han respondido a este onceno llamado de los economistas cubanos y de América Latina y el Caribe, para insistir en la búsqueda de respuestas a preguntas fundamentales de nuestra época, muchas de las cuales fueron planteadas, hace una década, como desafío inicial, por el promotor y fundador de estos encuentros, el compañero Fidel Castro Ruz.
No sobra recordar que para entonces (enero de 1999), ya se habían disparado alarmas de crisis en economías sólidas, como la brasileña y la rusa, modélicas, como la argentina y la mexicana, o emergentes, como las asiáticas. Mientras los organismos financieros internacionales y toda la élite capitalista, insistían en que solo a golpes de shock podrían corregirse los desarreglos.
La filosofía del mercado seguía en su apogeo y los que aceptaron su ciega guía, asistieron, uno tras otro, a la implosión, no solo de los modelos, sino de sus sociedades en pleno.
Parecían haber olvidado el Caracazo - del que ahora se cumplieron 20 años con el justo reconocimiento de que marcó el principio del fin de la injusticia en Venezuela- aquellos que de shock en shock, a pura receta neoliberal pareció haber olvidado el Caracazo aquellos que provocaron después la gran revuelta popular argentina de fines del 2001.
¿Quien de nosotros no recuerda con dolor emocionado aquel Buenos Aires cuya elegancia envidiaba toda América Latina, inundado de pobres sublevados contra sus desgobiernos y contra las instituciones financieras multilaterales, que se habían juntado para estafarle al pueblo hasta sus sueños, como lo denunció valientemente el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, una de las personalidades que ha prestigiado nuestros encuentros?
Ya sabemos que otra fue la historia allí donde se puso freno a la desregulación y al saqueo que cabalgaba a lomos del desenfrenado caballo del libertinaje mercantil.
Pero la globalización aun se disfrazaba de oportunidad sin límites y era elogiada en el discurso dominante, tanto político como académico, desde el centro a la periferia. A los escasos y lúcidos críticos de aquel fatal deslumbramiento se les llamaba catastrofistas. Sus advertencias eran gritos que nadie quería oír.
Todavía los dioses de Davos no habían rodado a los pies de las movilizaciones de Porto Alegre. Faltaban por vivirse las históricas jornadas de protestas en Seattle, Quebec y Génova…cuando en julio de 1998, en La Habana, Cuba, Fidel Castro esbozó las líneas fundamentales de lo que apenas cinco meses más tarde, sería el Primer Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo: el único escenario en todo el mundo en el que los apologistas y los críticos del libre mercado (sin cercas, blindados, escudos, gases y balas de goma contra - piedras), se enfrentarían por primera vez, no para cruzar armas sino para enfrentar ideas.
A nosotros mismos nos parecía imposible, hasta que se desataron los primeros y apasionados, aunque muy serios debates entre corrientes que antes solo habían intercambiado insultos.
Me permito recordar aquella histórica primera vez porque entonces Batalla de Ideas era un término de moda solo en Cuba que, desde lejos y bajo el prisma de los prejuicios anticomunistas y antisocialistas, se subestimaba. Nuestros encuentros, desde el principio, no fueron otra cosa que un formidable escenario de la Batalla de Ideas. Y Fidel el único líder en todo el planeta, que dedicaba tantas horas como las de un día completo para escuchar atentamente a unos y otros, pero especialmente a aquellos que los neoliberales llamaban catastrofistas.
¿Recuerdan estas palabras suyas en esta misma sala el 22 de enero de 1999? Cito:
“¿Qué tipo de globalización tenemos hoy? Una globalización neoliberal; así la llamamos muchos de nosotros. ¿Es sostenible? No. ¿Podrá subsistir mucho tiempo? Absolutamente no. ¿Cuestión de siglos? Categóricamente no. ¿Durará sólo décadas? Sí, sólo décadas. Pero más temprano que tarde tendrá que dejar de existir.
¿Me creo acaso una especie de profeta o adivino? No. ¿Conozco mucho de economía? No. Casi absolutamente nada. Para afirmar lo que dije basta saber sumar, restar, multiplicar y dividir. Eso lo aprenden los niños en la primaria.
¿Cómo se va a producir la transición? No lo sabemos. ¿Mediante amplias revoluciones violentas o grandes guerras? Parece improbable, irracional y suicida. ¿Mediante profundas y catastróficas crisis? Desgraciadamente es lo más probable, casi casi inevitable, y transcurrirá por muy diversas vías y formas de lucha…”
Aquella ponencia nos desconcertó a todos por su brevedad y contundencia, cuando aun estábamos por constatar su profundo adelanto a los acontecimientos que se han precipitado en el lapso de la última década.
Hoy, un mundo mucho más interdependiente como resultado de la globalización, se enfrenta a la crisis económica más importante después de la conocida como del 1929 al 33. Según nuestros expertos, esta no es una crisis más y Estados Unidos es el principal responsable.
Tampoco se trata de una recesión ni de una depresión, sino de una caída libre de la economía, que aun no ha tocado fondo y no hay señales claras de cuándo lo hará, mientras todos los indicadores siguen empeorando. En especial el desempleo, que ya sobrepasa los niveles alcanzados durante la crisis de 1974 al 75.
La pregunta general, como si se hubiera escapado de aquella ponencia premonitoria de hace diez años, es: ¿Estamos ante una crisis estrictamente financiera o tiene carácter sistémico?
Analistas que siguen muy de cerca el tema, como nuestro colega Esteban Morales, aunque no solo él, estiman que Barack Obama, esa esperanza de cambio, que los grandes conglomerados mediáticos nos transmitieron con la última elección norteamericana, ha comenzado a consumir aceleradamente el crédito que se le dio al elegirlo.
El primer presidente afroamericano de Estados Unidos mantiene como su innombrable antecesor el Plan de Rescate financiero, para sacar de la crisis a una banca que se resiste a dar créditos, el dinero desaparece, la corrupción es galopante y en realidad no se sabe aun cuánto dinero es necesario para que haya una reacción estimulante…
La economía es lo prioritario. Pero a la nueva administración tampoco le va bien en las guerras, que tragan mucho y no se solucionan.
Hasta ahora nadie tiene la solución: ni para que los bancos den crédito, ni para mover a la economía real. Aunque la idea de darle a la banca y al mismo tiempo tratar de estimular el empleo no son malas, como en los años 80 del pasado siglo, la política económica, en cuanto a sus bases teórica y programática, está también en crisis.
Pero tanto el famoso “plan de rescate”, que tiene sus variantes en otras regiones, como las restantes señales de una crisis más amplia y profunda que no solo es financiera, serán analizados críticamente en este encuentro, especialmente para indagar en los antecedentes estructurales y las salidas, con el objetivo de que todos nos concentremos más, en las alternativas que en el diagnóstico y para convertir las búsquedas de soluciones en una oportunidad para la humanidad y no solo para Estados Unidos y el Mundo desarrollado, que son, en definitiva los que menos sufrirán las graves consecuencias de los costos sociales de todo lo que sus irresponsables políticas han provocado.
Queridos colegas:
Se requiere un análisis serio, profundo y riguroso sobre la crisis económica global y su impacto en el sector financiero. Es imprescindible un rediseño del orden económico internacional y una restructuración de su arquitectura financiera.
Todo análisis sobre este tema requiere la más amplia participación de la comunidad internacional. Todos los países y, en particular, los países en vías de desarrollo, tienen el derecho a estar presentes, a aportar sus puntos de vista y perspectivas, y a formar parte de las soluciones que se establezcan.
Las Naciones Unidas son el foro ideal y legítimo para este empeño, si es que, como ha de ser, buscamos una solución definitiva. La conferencia de alto nivel convocada por el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas Dr. Miguel D´Escoto del 1ro al 4 de Junio próximo, es el escenario ideal y apropiado para discutir democráticamente el asunto y llegar a conclusiones viables y mutuamente admisibles.
Tenemos que impedir por todas las vías posibles que se pretenda imponer a la comunidad internacional decisiones o planes de medidas conciliados en círculos selectos y cerrados. No podemos reconocer autoridad de club selecto alguno, para hacer frente a un dilema que afecta la vida de cientos de millones de personas en el mundo.
El Grupo de los 20 es un grupo selecto y no representativo de la comunidad internacional. Sus deliberaciones y conclusiones pueden ser, en todo caso, un referente más dentro de este gran debate.
Constituiría un gravísimo error, volver a incurrir en la práctica de diseñar políticas, estructuras y mecanismos de alcance global, a espaldas de la mayoría de los gobiernos del planeta y con una actitud de desprecio hacia las instancias de las Naciones Unidas.
Bajo esas imperiosas circunstancias, La Habana les abre de nuevo sus brazos y los invita a la sana y útil confrontación de ideas, armas esenciales, según las definió Fidel en aquella ponencia breve a la que siempre recurriremos para que nos recuerde, que la naturaleza y con ella la especie humana, disponen de muy poco tiempo, para sobrevivir a la ausencia del cambio que habrá de conducirnos, de la depredadora globalización neoliberal que tanto nos está costando, a la globalización solidaria, humana y sin exclusiones.
Gracias por acudir a nuestra cita, por la confianza que han depositado en nosotros. En nombre de mi Patria los saludo.
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