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La política exterior de EE.UU. estará influida por otros actores

A pesar del pacifismo del nuevo mandatario, algunos hechos estructurales incidirán en sus decisiones.

Son muchas las expectativas generadas por el comienzo de la gestión del presidente norteamericano Barack Obama. Entre ellas, resuenan las prudentes palabras recientes del sociólogo y ex mandatario brasileño Fernando Enrique Cardoso a El País de Madrid: “Mientras Estados Unidos no se dé cuenta que hay que compartir las decisiones y no imponerlas, no tendrá quien lo escuche con simpatía”.


El enunciado es válido en sentido amplio. Desencadenar guerras innecesarias y unilaterales como la de George W. Bush contra Irak en 2003, a pesar de la opinión contraria de la mayoría de los estados, granjea anti-norteamericanismo a la vez que daña el interés nacional de Estados Unidos. Casi podemos descontar que Obama no cometerá ese tipo de error, y no solamente porque a veces se asimilan las lecciones del pasado, sino porque el nuevo presidente porta una ideología y sensibilidad que lo hacen menos propenso a ese desvío.


No obstante, lo dicho por Cardoso tiene una validez relativa si recordamos que, a pesar de la crisis, el PBI de Estados Unidos representa un 27,5% de la economía mundial, superando la suma de los cuatro países que le siguen, y que sus gastos militares equivalen al total de los del resto del mundo.


Ese es un peso específico antipático que está más allá de la voluntad de caer simpático. Lo que Estados Unidos hace y deja de hacer tiene un impacto mucho mayor que el de cualquier otro actor del sistema internacional. Además, los otros actores tienen menos recursos para desplegar internacionalmente. Estos son hechos estructurales que incidirán en la política internacional, por más que Obama tenga inclinaciones pacifistas y favorezca la consulta diplomática sobre la acción unilateral. Por eso, la búsqueda de consenso tiene límites. Imaginemos, por ejemplo, que se consultara a la Asamblea General de las Naciones Unidas respecto de cuánto tiempo debe continuar la presencia de fuerzas norteamericanas en Irak. Es seguro que la gran mayoría de los estados votaría por el retiro inmediato.


Pero si se pregunta qué puede hacer la comunidad internacional para evitar que, apoyándose en sus aliados chiítas iraquíes, Irán avance sobre Irak, convirtiéndose en un grave peligro para la seguridad de Arabia Saudita e Israel, la respuesta es que aquella no puede hacer absolutamente nada. Sólo Estados Unidos puede impedirlo, y su propio interés se lo exige. Por eso, más allá de sus ideas, Obama no retirará la totalidad de sus fuerzas de Irak.


Por supuesto que Obama preferiría que Bush no hubiese puesto a Estados Unidos en ese brete, pero no se puede dar marcha atrás en la historia. Al destruir el aparato estatal iraquí, Bush destruyó al enemigo de sus enemigos. Obama no tiene más remedio que hacerse cargo de las consecuencias, diga lo que diga la mayoría en las Naciones Unidas.


Lo que Estados Unidos no puede hacer, sin embargo, es ignorar sus limitaciones. Aunque Obama no puede retirar todas sus fuerzas de Irak, está obligado a retirar contingentes sustanciales de tropas, porque los efectivos desplegados en Irak y Afganistán prácticamente agotan las disponibilidades de un país que, desde la guerra de Vietnam, ya no tiene servicio militar obligatorio.


El lector puede preguntar, ¿y qué hay con eso? La respuesta es que, con sus recursos terrestres completamente comprometidos, Estados Unidos carece de capacidad de intervención en el caso de que algún estado aventurero invada otro estado en cualquier rincón del mundo. Perdió su capacidad de disuasión. A esta respuesta el lector podría contestar que ése no sería un problema norteamericano sino de la comunidad internacional en su conjunto. Y tendría razón… ¡excepto que la comunidad internacional no puede hacerse cargo! El único país con los recursos necesarios para enfrentar esas responsabilidades es el que acapara la mitad del poderío militar mundial y más de un cuarto de la producción del planeta.


Por eso, Estados Unidos debe recuperar una capacidad de disuasión sin la cual hay un peligroso vacío de poder global. Y por ese motivo, aunque Obama no puede retirar todos sus efectivos de Irak (como seguramente quisiera), está obligado a retirar una buena parte (aunque no quiera).


¿Consenso internacional? Sí, siempre que se pueda. Es casi seguro que Obama no reiterará los abusos de Bush. Las diferencias serán apreciables: por ejemplo, prohibirá la tortura de detenidos extranjeros sospechosos de vínculos terroristas, y quizá desmantele el siniestro presidio de Guantánamo. Pero el multilateralismo ideal al que aspiran Cardoso y gran parte del mundo no podrá alcanzarse mientras el poder esté repartido en forma tan desigual.


Como entre las empresas de un mercado, la desigualdad estructural entre los estados determina una desigualdad en el impacto de cada uno de ellos sobre el conjunto. La ideología y los buenos sentimientos no alteran la estructura.

CARLOS ESCUDÉ
Especial para Ciudadano

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